Marius es quien tiene el poder sobre las normas. He decidido darles a todos un trabajo. Unos serán quienes comuniquen, otros quienes colaboren con libros de normas para vivir y sobrevivir, habrá quienes tan sólo tengan que ayudar a mantener la paz... Marius es para mí un padre. Él debe crear las normas.
Lestat de Lioncourt
Siempre he pensado que vivir bajo unas
normas nos ofrecía ciertas ventajas. Cuando he tenido bajo mi techo
a jóvenes pupilos, u otros compañeros más antiguos, he rogado que
cumplieran las leyes con las cuales he regido mi vida. Es cierto, que
he roto reglas. Sin embargo, lo hice por amor y necesidad. No me
siento del todo orgulloso, pero acepto que fue la mejor decisión que
he podido llegar a tomar. En estos momentos, tras la reunión de la
corte, toda la tribu tiene las normas con las cuales he convivido
durante milenios. Son parte de mi. Puedo decir que nuestro mundo
posee un trozo de mi alma muy importante.
Sin embargo, me siento angustiado.
Lestat parece haberse alzado como un gobernante justo y aplicado. Mis
ojos se llenan de lágrimas cuando lo contemplo. Quizás es esa la
sensación de los iluminados por un Dios benevolente. Tal vez. Jamás
lo comprenderé, pues desconozco la veneración hacia ese tipo de
pensamientos para nada prácticos. Pero, en el fondo, siento grandes
temores. Dentro de él convive un ser que quiere aprender y
comprender. Temo el día que no sea suficiente el cuerpo de mi viejo
discípulo, el cual ha llegado a ser un coloso entre los nuestros.
Todos parecemos civilizados. Hemos
perdonado a los asesinos de nuestra amada Maharet y su poderoso
guardián Khayman. Nuestros ojos se han llenado de lágrimas
recordando a Las Gemelas y al hombre que las custodió con cada
partícula de su alma. Lestat pidió un minuto de silencio en nombre
de los caídos en las Quemas. Amel se sentía terriblemente
apesadumbrado, pues según Lestat él no quería causar tanto daño.
Sin embargo, sentía dolor y un horror terrible.
Estar reunido junto a todos,
compartiendo mis confidencias y sabias palabras, me ofrece una paz
que jamás había experimentado. Por primera vez puedo decir que me
siento un hijo digno de los Milenios, pues estos me han dado la
capacidad de conocer a las hermosas criaturas que me rodean. Incluso
Everard me ha tomado del hombro derecho, apretando ligeramente con
sus largos y delgados dedos, mientras sonreía al escuchar las normas
que escribí en su compañía. Ya no guardamos rencor. La hora de las
hachas y el fuego ha terminado. Al menos eso quiero creer. Deseo
pensar que la paz ahora gobierna junto a todos nosotros.
La música suena. Notker y los suyos
hacen maravillas mientras todos bailamos. Armand parece más hermoso
que nunca. Pandora disfruta conversando con Flavius y Arjun. Daniel
baila desenfrenado junto a Davis y el texano de Killer. Sevraine,
junto a las demás mujeres, conversan en un rincón mientras Louis
discute en murmullos con Lestat sobre temas banales. Rose y Viktor
están espléndidos. Me siento extasiado ante la belleza de ambos
jóvenes. Benji intenta filmar todo para crear un vídeo escueto y
propagarlo por todo Internet. Me siento vivo. Sin embargo, como he
dicho, una ligera angustia atenaza mi corazón y tengo miedo. Tal vez
siento que todo ésto puede desaparecer.
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