Michael Curry es uno de esos hombres que tienen un sueño, una pequeña ilusión, y ahora parece que está a punto de lograrlo. Si logra ser feliz junto a Rowan yo lo estaré, pues amé muchísimo a ambos.
Lestat de Lioncourt
Junto a mis viejos proyectos he
encontrado una vieja lista con nombres emborronados. Cuando la
escribí me encontraba en el mejor momento de mi vida. No desprecio
la vida que he llevado, ni los años que poseo y ni mucho menos las
experiencias que he vivido, sin embargo en aquellos días era
absolutamente feliz. Como si fuese un niño pequeño soñando
alcanzar una estrella pensé que esa felicidad, esa vida perfecta,
duraría por siempre y tendría un final similar a las viejas
comedias románticas del cine en blanco y negro. Pero no. Mi vida se
emborronó como la lista.
Creé aquella nota cuando supe que iba
a ser padre por segunda vez. La primera vez me arrebataron el placer
de tener a mi hijo en brazos, observándolo con cariño y respeto,
mientras notaba un profundo calor en mi pequeño me rugía con
euforia. Mi primera relación formal se truncó en una camilla tras
practicar un aborto. Esa segunda vez era querido por ambos. Ella
deseaba darme la felicidad que me arrebataron y algo en su interior,
en la profundidad de su cálido pecho, bombeaba el deseo de ser
madre. Toda mujer tiene momentos de debilidad frente a un pequeño,
aunque hay quienes se resisten y desean vivir una vida lejos de la
maternidad, centrándose en otros proyectos y un ritmo de vida
distinto.
No sabíamos cual sería su sexo. Pero
el nombre de Chris se repetía en más de una ocasión. Decidimos que
el pequeño se llamaría así. Sería de nuevo bautizado con el
nombre que yo le hubiese puesto a mi primer hijo. Al fin tendría la
oportunidad de abrazar ese pequeño cuerpo, contar sus dedos y
alzarlo con un orgullo propio de cualquier hombre.
De inmediato acabé llorando. Mis ojos
se llenaron repentinamente de lágrimas y una terrible congoja se
agarró a mi garganta. No pude pronunciar palabra alguna. Mi corazón
bombeaba más rápido de lo normal y sentí un ligero mareo. La
tensión se volvía desproporcionada. Las imágenes de toda una vida
venían a mis ojos azules, pasándose frente a mí como la proyección
de una vieja película, y cuando regresé a mí mismo ella estaba
allí. Rowan había venido a buscarme, como si fuese un ángel,
reanimando y calmando mi acelerado corazón. Besó mis mejillas, vio
la lista y decidió hacerla trizas.
—No deberías remover el pasado,
Mich—dijo frunciendo el ceño.
Yo tan sólo agaché la cabeza dejando
correr la última lágrima. Ella buscó mis brazos aferrándose a mí,
buscando instintivamente calmar mi nerviosismo para evitar un ataque
al corazón. No sé como lo hizo. A veces lograba aparecer cuando más
la necesitaba. Siempre me salvaba. Tuve suerte que estuviese
descansando ese día de sus obligaciones cotidianas.
—Han llamado de la clínica—comentó.
Pensé de inmediato que debería marcharse y yo tendría que quedarme
solo con los fantasmas de la casa, como si fuese parte de ellos—.
La fecundación ha sido un éxito—dijo mirándome a los ojos. Esos
ojos suyos grises, tan profundos y hermosos, me parecieron
terriblemente amorosos—. Hay un niño en un vientre que tiene
nuestros genes...—susurró secando de nuevo mis lágrimas—. No
vivas más en el dolor. No merece la pena ver el pasado.
—Yo no lo hice. Apareció de
golpe—dije.
Noté entonces alguien más con
nosotros. Alguien que me pareció ver durante unos segundos. Creí
ver a la pequeña imagen de Stella, como cuando era una niña
traviesa, correr hacia una de las estanterías. Entonces lo supe.
Aquello era una llamada de atención.
—Creo que alguien quiso decirme que
debemos hacer una nueva—susurré estrechándola contra mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario