Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 23 de junio de 2015

Sus ojos

Comprendo, y hasta veo normal, que Armand se sienta así. Marius debería aprender a ser más comprensivo.

Lestat de Lioncourt


—Sigues aquí—dije apoyado en el marco de la puerta.

Marius continuaba redactando aquellas interminables letanías. Se estaba esforzando por explicar cada ley, pues no deseaba que hubiese recoveco alguno para que cualquier duda o conflicto pudiese aparecer rompiendo así la calma y, por ende, la paz. Landen se encontraba muy próximo a él. Aquel vampiro, de aspecto demacrado por su escasa musculatura, jugaba con el globo terráqueo. Sus dedos se semejan a las patas de una araña, pero reconozco que es terriblemente atractivo. Ambos habían permanecido en aquella biblioteca durante horas sin siquiera dirigirse la palabra. Era una calma tensa, pues sabía que ambos se examinaban con cierta suspicacia.

—Tengo que acabar pronto. Las leyes son importantes—murmuró sin apartar la nariz del papel.

—Podrías usar un medio más moderno. Los jóvenes ya no usan papel—mis palabras llamaron su atención, pero fue para que me lanzara una mirada despectiva—. Marius, tus leyes llegarán mejor si usas las redes sociales y la red de redes. Internet es el futuro y tienes que adaptarte al nuevo mundo, junto con todas sus posibilidades, que se abre a ti sin fronteras—me aparté del marco de la puerta, para acceder a la biblioteca mientras sentía que estaba cometiendo un gran error.

—Creo que Benedict me está llamando. No lo puedo escuchar, es evidente, pero creo que lo está haciendo. Sí, ¿no lo oyen? Dice Landen sal de la habitación... Landen déjalos a solas. ¡Oh, creador mío! ¡Necesito que me eches una mano! Le diría que tiene a Rhosh para que le eche una, e incluso el brazo entero, pero... ya saben...—sonrió de tal modo que me recordó al personaje del sombrerero en Alicia en el País de las Maravillas.

Ese vampiro, cuyos orígenes eran franceses, se había recluido en la hermosa Italia. Allí, donde la Secta de la Serpiente, había tenido sus más férreos seguidores, había permanecido como si fuese un ser humano común y corriente. Disfrutaba de las plazas, las terrazas de las cafeterías, el arte en la calle, un café entre sus manos y la lectura habitual de sus periódicos favoritos. Sí, ese vampiro que tanto odió a Marius, pero a su vez acabó sintiendo cierta atracción. Cualquiera miraría a Marius y quedaría anonadado.

Landen salió de allí escurriéndose como una lagartija entre las grietas de una roca, para bajar precipitadamente por las escaleras hasta el jardín. Allí había varios inmortales reunidos conversando, contándose sus historias y sus debilidades. Nosotros nos quedamos frente a frente.

Marius me miraba. Había dejado de escribir. Sentí como la sangre se agolpaba en mis mejillas. Mi nerviosismo fue evidente cuando noté como me temblaban las manos. Quise romper a llorar, pero no lo hice. Él estaba allí con su impecable túnica borgoña, sus cabellos perfectamente peinados y sus ojos fríos, algo desafiantes, en un tono azul que ni él sería capaz de emular con su paleta de colores. Quise correr lejos de él, pero a la vez necesitaba que me estrechara entre sus brazos.

—Haré las cosas a mi manera—respondió tras un largo silencio.

—Como siempre—murmuré.

—¿Tienes algún problema con ello?—preguntó incisivo.

—No. En absoluto—dije con una suave sonrisa—. No te molestaré más. Tan sólo quería asegurarme que tenías todo a tu disposición—susurré metiendo las manos en mis pantalones.

—Armand, ¿quieres salir a caminar?—la voz de Daniel rompió aquel tenso encuentro como un rayo de esperanza. Sus palabras vibraron en mi pecho y me hicieron suspirar tranquilo, como si me hubiese salvado la vida.

No lo había escuchado subir por las escaleras, pero estaba allí. Sus hermosos ojos violetas se habían posado en mí, vigilándome como hacía décadas, sin odio ni reproche. Me giré hacia él asintiendo mientras me sentía cómplice de una huida oportuna.

—No lo he dicho antes, discúlpame, pero te ves mucho mejor que la última vez—dije agarrándome a su brazo derecho, mientras apoyaba mi cabeza contra él—. Te han sentado bien estos años en Brasil.

—Sí, es un lugar fascinante—respondió mientras tiraba de mí.

Los dedos de su mano derecha mágicamente buscaron mi diestra, entrelazándose, para luego tirar de mí y echar a correr escaleras abajo. No dudé en sonreír al notar esa fuerza, esa pasión, ese deseo y esa necesidad de compartir conmigo una noche. Había mentido siempre sobre él. Temía que descubrieran que me sentía torturado por como había acabado él, el único ser que había creado por amor y necesidad.


Quise decir muchas cosas, pero permanecí en silencio. Otorgué a mis caricias y mis gestos las palabras que no lograba hacer brotar de mis labios. Lloré en sus brazos y me protegí del terrible pasado que todavía es y será un lastre. Sentí como me perdonaba y eso me reconfortaba. El perdón es necesario y casi una obligación.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt