Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 17 de julio de 2015

Amor a la inocencia

La inocencia la perdemos poco a poco y es buena recordarla. Un texto de Ashlar donde nos recuerda que debemos recuperarla. 

Lestat de Lioncourt


Ella era todo lo que tenía. Su cara de porcelana cobraba vida si yo lo imaginaba. Podía contemplar aquellas mejillas llenas, esa boca dulce, esa mirada encantadora y sus cabellos dorados como si fuera una amiga. La sostenía entre mis brazos y susurraba todo mi cariño, mi corazón y mis deseos. Era una especie de pacto secreto con el mundo, pues guardaba en ella la añoranza y la escasa ilusión que poseía por la vida.

Aquella muñeca me recordó que existe la inocencia en los más débiles. No hay nada más débil que un niño, al cual hay que proteger y cuidar hasta que alcanza la mayoría de edad. En nuestro pueblo eso es impensable. Nacemos para convertirnos en adultos muy rápido, sin necesidad de juegos y aprendizaje previo. Venimos programados como los grandes ordenadores de hoy en día y alcanzamos la madurez con una celeridad asombrosa, pero aún así guardamos la llama de la inocencia y los juegos siguen ofreciéndonos satisfacción hasta llegar a la tumba.

Vi a muchos morir jóvenes. Algunos eran mis hijos. Recuerdo todos sus nombres. No puedo olvidarme de sus miradas, sus sonrisas, el tono peculiar de sus voces cuando se unían en canciones hermosas que hablaban de grandes inventos, momentos de paz y también de miedo. Eran mis hijos. Ellos se convirtieron en mi orgullo y mi más preciada pertenencia. Y con ellos el valle se tiñó de rojo, de un rojo espeso como terrible.

Puse a las muñecas que fui adquiriendo, que yo mismo ayudé a diseñar, el nombre de mis hijos. Eran pequeños tributos a su inocencia, al amor incondicional que tenían hacia mi y la fe que depositó mi pueblo. La misma fe y amor que destruí al dividirlos convirtiéndolos en feroces enemigos.


Por ello cuando conocí a la bruja comprendí que ambos siempre tendríamos algo que nos uniría: el dolor. Ella había visto a sus hijos morir. Sabía que era verse privada de abrazar aquello que germina a tu alrededor. Padecía por Emaleth, su hija asesinada con sus propias manos debido al miedo que nuestro pueblo le despertaba, y también por Lasher, el Taltos macho que estuvo a punto de destruirla. Lamentaba que la historia hubiese sido tan cruel para los cuatro, incluyendo a su esposo Michael, pues hubiese deseado algo distinto mucho más pacífico, con proezas científicas y un amor incondicional por la vida. Pues ella siempre odió que se experimentara con la vida si no era para rescatarla de la muerte. Se sentía semilla del mal y fuente seca. Por eso mismo le ofrecí a Bru para que no olvidara que era inocente y que mi amor siempre sería puro hacia ella. Tan puro como el amor de un hijo hacia una madre.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt