Daniel ha recolectado parte de su vivencia para hacer una ligera crítica sobre David e informarnos sobre la situación de sus indagaciones en archivos. Se puede mostrar a continuación.
Lestat de Lioncourt
David Talbot siempre me ha parecido un
hombre honesto y serio. Conocí a éste sujeto convertido al
vampirismo hace algunos años. Había visitado a Marius en nuestro
anterior emplazamiento. Detestaba vivir, o sobrevivir, en un lugar
tan alejado de la ciudad y rodeado siempre de nieve que parecía
eterna. El manto blanco se extendía durante kilómetros, el silbido
del viento era la única música constante y mis pensamientos se
mezclaban con los terribles sueños que aún insistían en mis
recuerdos.
No recuerdo como reaccioné, aunque sí
puedo decir que no tuve miedo frente a aquel antiguo miembro de la
Orden de Talamasca. Me dejé llevar por su elegante porte y sus
modales amables. Se sentó junto a mí contemplando la infinidad de
maquetas que me rodeaban. Mis manos eran las de un artesano que se
movía entre la muchedumbre de muñecos que acababa de finalizar.
Sólo esperaba que se secaran cada uno de ellos. Él me miró sin
compadecerme, pero sí sentí cierta esperanza hacia mi pronta
mejoría. Marius parloteaba sobre lo sucedido un par de noches atrás.
Armand simplemente estaba recostado sobre una enorme silla con el
rostro de un ángel, pero los ojos de un demonio. Estaba molesto por
lo ocurrido con Santino.
—¿Crees que puedes salir un segundo
de tu ensimismamiento?—preguntó hace tanto, pero parece que fue
ayer mismo o ésta misma noche—. Sería muy agradable poder hablar
contigo—explicó—. Conozco a Louis de Pointe du Lac. Creo que
puedo considerarlo un buen amigo—explicó con una sonrisa afable—.
Sé que eres un joven luchador y podrás superarlo todo.
—No hablará—explicó Armand—. A
mí me detesta, por eso lo traje aquí.
Estaba confundido. No lo detestaba.
Sólo me sentía aturdido, preocupado y lleno de temor. Sabía lo que
él había hecho con Nicolas al perder el juicio, ¿qué podía
esperar yo de él? El mismo trato. Temía que me matara y gritara que
había sido un suicido. Tenía miedo de la muerte, por eso estaba en
ese estado. Me habían dicho que no moriría fácilmente al ser
vampiro, pero había visto lo fácil que fue aquel exterminio de
miles. Pude haber muerto.
—Eso no lo sabes—replicó Marius.
Ahora han pasado varias décadas. Estoy
frente a él en un enorme despacho. Revisamos los viejos documentos
de sus antepasados, pero no los familiares. Hablamos de antepasados
de Talamasca. Hemos logrado archivos que se trasladan a varias
décadas atrás, mucho más atrás de lo que podríamos haber
pensado. Buscamos las actuaciones de diversos directores de la Orden
de Talamasca. David desea encontrar el momento exacto donde Raglan
fue expulsado, el director James que tomó la decisión y los
motivos. Jamás supo cuales fueron los motivos exactos por los cuales
tuvo que ser condenado al destierro. El fantasma de Raglan nos
persigue desde hace días. Dice que estamos todos en peligro, pero
¿tal vez el peligro sólo lo asecha a él? No lo sé. Yo confío en
David. Deseo ser útil. Él confió en mi recuperación, así como
Marius, y por eso le tiendo la mano una vez más.
Una ráfaga de aire ha recorrido el
pasillo hace unos minutos. David ha mirado éste con nostalgia y ha
sonreído como si fuese un niño. No me atrevía a preguntar si había
algún fantasma, pues sólo puedo ver algunas presencias y no son del
todo claras. Noté que había algo, pero no que podía ser. Tras unos
minutos él me lo confesó con una simple frase “A mi madre siempre
le gustará pasear por ese pasillo”.
Jamás dejaré de sorprenderme como
alguien como él puede ser tan sencillo y cercano. Es un hombre de
acción, pero uno sensato. Creo, sin duda alguna, que es una de las
mejores creaciones que posee Lestat. Admiro su paciencia e
inteligencia. Se nota que su alma no era joven cuando fue creado.
Deseo conquistar los misterios del mundo a su lado y al lado de otros
tantos.
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