Lestat de Lioncourt
Convirtieron el caos en religión y la
religión fue absorbida de nuevo por sus inicios. La nebulosa rojiza
que penetró, como pequeñas agujas, en el cuerpo de Akasha dio paso
a una diosa peligrosa sedienta de sangre y poder. La misma diosa que
cubierta de pecado, ambición y equívocos pensamientos creó
numerosos guerreros para que extendieran su reino a lo largo de los
senderos de arena, el refrescante Nilo y los diversos mares y
océanos. Se convirtió en un monumento a la verdad absoluta, el
poder y la belleza eterna. Venerada, amada y temida se encumbró como
la única luz en la oscuridad.
Durante cientos de años fue tomada
como emblema de una estirpe de condenados. Se ocultaba del sol para
evitar la muerte, como si fuese una gigantesca plaga, de sus primeros
soldados y descendientes. Los guerreros de la Reina Akasha se
guarecían en gigantescos árboles, venerados como dioses de
distintas tribus, impartiendo justicia entre los pecadores. Otros,
como no, seguían caminando por el mundo, completamente sedientos y
descontrolados, buscando un refugio para alzar su voz y ser temidos.
Algunos iniciaron religiones sangrientas llenas de sacrificios
humanos, como Azim, otros decidieron ser bondadosos y complacientes
como Avicus. Cyril, por ejemplo, decidió rondar el mundo en busca de
un destino, de algo que entretuviese su mente intranquila y su alma
torturada, usando largos periodos de descanso bajo las ciudades que
visitaba.
La primera Quema mató a muchos
jóvenes, provocando que sólo los más antiguos sobrevivieran
convertidos en huesos oscuros o piel terriblemente quemada. Ella fue
expuesta al sol, mostrada como si fuese un objeto maldito que debe
ser destruido, junto a su consorte, Enkil, durante todo un día. A lo
largo y ancho del mundo cientos de hombres y mujeres, seres de la
oscuridad, sintieron el sol como si estuviese bajo sus cabezas.
Muchos gritaron en mitad de la noche, otros golpearon con rabia y
dolor los gruesos troncos de los árboles, hay quienes intentaron
calmar aquel drama hundiéndose en el mar... ¡La Sangre ardía!
¡Ellos ardían!
La segunda Quema fue cuando ella
despertó. Un joven vampiro decidió mostrarle al mundo entero la
verdad, un secreto que se había ocultado por supervivencia y miedo,
a todos los demás que jamás habían escuchado tales testimonios. Se
convirtió en un héroe, pero también en un proscrito. Muchos
deseaban eliminarlo, pero la mayoría fueron sentenciados a muerte.
La Reina Akasha, La Madre, lo protegía y se alzó como una fiera,
igual que una leona protege a su cría, contra todo aquel que deseaba
matar a su nuevo consorte, pues Enkil había perecido en sus brazos.
La vieja guerra volvió, la fe
convertida en venganza surgió con fuerza y agitó los cimientos de
ésta era tecnológica y ligeramente artificial. Los focos del
escenario temblaron, estallaron y se convirtieron en el símbolo del
desastre. Muchos jóvenes estallaban en llamas, otros corrían
sintiéndose pequeñas hormigas que eran señaladas con una
gigantesca lupa y miles, en todo el mundo, lloraban heridas, morían
sin poder siquiera salir de su ataúd o despertarse de su largo y
próspero sueño. El regreso de La Reina nos narró una historia de
venganzas palaciegas, mentiras y corrupción así como un pequeño
gesto de amor, bondad y respeto que se convirtió en el inicio, en el
Germen, tras un ataque de una neblina rojiza llamada Amel.
Aquel espíritu vengativo estaba
uniéndonos a todos, poseía vida dentro de ella aunque muy débil.
Él comenzó a cobrar conciencia cuando ella despertó, pero eso no
lo sabíamos. Y, cuando él tuvo fuerzas suficiente, más allá de
balbucear algunas simples palabras, la siguiente Quema se inició. La
Tercera Quema arrasó la noche durante semanas, iniciando focos en
Brasil, India y diversos lugares de Europa. Los jóvenes ardían de
nuevo. Muchos antiguos eran usados como viejos soldados que entraban
en guerra mientras una voz, suave y testaruda, pedía que murieran en
su nombre, por su dolor y poder.
Los seres humanos también están
matando ahora. Matan en nombre de un Dios que dice hablarles, pero
sólo es su ambición, estupidez y peligrosos deseos políticos que
se envuelven en religión. Las verdaderas religiones fueron creadas
para mostrarle al hombre la piedad, bondad, respeto, superioridad y
comprensión. El hombre no era perfecto, por eso creó a Dios.
Deseaba que alguien superior le mostrase el camino a seguir y, de ese
modo, mejorar su vida, así como la de los suyos, pero la sed
belicosa de los distintos pueblos, el deseo insaciable de llevar la
razón, los convirtió en monstruos. Mataron en nombre del Dios
cristiano en las viejas guerras, del mismo modo que mataron a su
profeta los judíos creando esa religión cristiana, y así matan
ahora, indiscriminadamente, en nombre del Dios musulmán. Mentira.
Todo es mentira. Son actos crueles de personas manipuladas por el
poder político y económico, pues las guerras generan dinero y éste
es necesario en una sociedad capitalista. El soporte económico de
éstos malditos grupos de asesinos, torturadores y tercos está en
Estados Unidos. La represión, el odio, la violencia, las bombas
cayendo sobre territorio musulmán generó el odio y las armas
provienen de intereses armamentísticos de ese país, cuna de las
libertades y las balas fáciles, así como de Europa. Nos venden
miedo y compramos protección, regalamos odio y el mundo yace en
ruinas, sangre y dolor.
Nosotros los vampiros nos hemos unido,
sin importar nuestros orígenes, ¿por qué no lo hacen ustedes? Unan
sus manos sin importar sus religiones, recen con fe aunque no sea a
un Dios, y respondan con palabras sabias a las mentiras, odio y
venganza que están plantando en sus corazones. Y, por favor, no
olviden las víctimas de todas las guerras. A veces siento que sólo
hiere cuando son atacados países occidentales, como si los
orientales no sufrieran. Todos sufren.
Quien guarda rencor, responde con odio,
muestra rabia e indignación en vez de palabras justas, bondad y
lazos de hermandad. Quien rechaza y sólo ve sus miserias, aquellos
que no son capaces de pensar que también son víctimas los
musulmanes, pues atacan usando su cultura y su fe, está ciego y
equivocado. Ustedes son parte de La Tribu, La Familia Humana de
Maharet y Khayman, y deben aprender a convivir, respetarse y no
atacar desde la venganza. Y ésto, compañeros mortales, se aplica a
todos sus actos. Quien posee odio en sus corazones, quien sabe que
actúa mal, se pudre y se convierte en desperdicio. Haz el amor,
posee integridad y sigue tu honor. Sé un ejemplo de buena voluntad y
no de estupidez, mediocridad y odio.
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