Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 14 de diciembre de 2015

Venus salida de la muerte

Tarquin y Mona forman una pareja especial. Viktor y Rose me recuerdan mucho a ellos.

Lestat de Lioncourt 


—¿Estás molesto?—preguntó tomando asiento a mi lado.

Algunas pequeñas gotas de agua se escurrían por su frente, mejillas y comisura de sus labios. Sus cabellos aún estaban húmedos y olían a mi champú. Sus ojos verdes estaban inquietos y podía leer su alma en ellos. Un alma que parecía satisfecha, orgullosa y feliz. Deseaba atraparla entre mis brazos y llenarla de besos, sin importarme que estuviera desnuda y empapada. Acababa de salir de la ducha, después de relajarse y limpiar los últimos desechos que su cuerpo había producido.

—No—susurré.

Temía llenarla de miedos injustificados, pero tan presentes para mí como las palabras de Petronia y los consejos de Nash. A lo largo de mi vida había tenido varias personas que me habían ayudado, animado o desaconsejado. Monstruos tan humanos como mi creadora, que era de las que creían que las lecciones entran con sangre y dolor.

—Pues estás muy callado—dijo apoyando su pequeña cabeza sobre mi brazo derecho.

—Me preocupa—murmuré.

—¿Qué te preocupa?—interrogó.

—Muchas cosas, Mona—dije rodeándola para sostenerla entre mis brazos. Aún llevaba el traje que había llevado en el velatorio del cuerpo de mi tía Queen, la cual ya yacía en la cripta familiar.

—Podrías decirme qué te ocurre. Soy tu pareja y deberías...

—Me preocupa que algo malo pueda ocurrirte—respondí solventando sus dudas. La tomé del rostro y la miré con cariño.

La amaba. No había duda. Desde que la conocí lo supe. Era como una de esas historias de los libros y películas que solía ver con mi tía, Jasmine y la Gran Ramona. Un chico conocía a la chica de sus sueños y la música sonaba distinta, el mundo poseía un color nuevo y el corazón latía acelerado a su lado. Incluso podía notar que mi vida había cambiado sin moverme del sitio.

—Mi noble Abelardo, ¿qué cosas malas podrían suceder? Mírame. Me habéis salvado la vida, ofreciéndome una oportunidad de oro, y no pienso desaprovecharla. Quizás sea difícil de explicar para mi familia, pero ¿crees que no se alegrarán de saber que ya no estoy enferma y no tienen que estar pendiente de mí?

—Ah... Ophelia—susurré recostándola en la cama, para abrir su toalla y acariciar la espesa, aunque pequeña, mata de vello púbico.

Sus piernas se abrieron, su vientre templó y sus pechos se erguían turgentes. Tenía una figura distinta, mucho más exquisita y femenina que la que yo recordaba. Comencé a besar su vientre, cerca de su ombligo, y deslicé mi lengua hasta sus muslos e ingles. Ella suspiraba, reía y se movía inquieta. Mi lengua retiraba las pequeñas gotas de agua, mientras mis labios rozaban con cuidado cada pedacito de piel.


En aquella cama volvió a la vida, cubierta de pétalos, surgiendo como la Venus de la espuma del mar. Ella, mi compañera, que me hizo ver el mundo desvelando misterios que me aterraban y que acabaron fascinándome.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt