Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 30 de julio de 2014

La puerta vuelve a tener cerradura

En estas memorias, narradas por Michael, queda claro que las cosas están cambiando y saliéndose de todo pronóstico. Todos tenemos miedo, estamos aterrados por lo que pueda ocurrir, pues con Lasher todo es posible. 

Lestat de Lioncourt

El día se había convertido en una tortura. Rowan había regresado a su estado primigenio. Los pactos con el diablo cada vez eran más extraños. Ella había rejuvenecido. Parecía la joven firme y de ojos tristes que tanto conocía. Sus mejillas estaban llenas, sus labios se veían tan carnosos que parecían haber aumentado de tamaño y sus manos tenían la textura cálida que una vez poseyeron. Quería gritar. Sabía que quería gritar. Sin embargo, se incorporó en la cama y empezó a llorar en silencio. Varias lágrimas caían por sus mejillas, deslizándose hasta su cuello y perdiéndose cerca de sus clavículas. Su pequeño camisón rosa pastel parecía más pálido, pues su piel había tomado un color natural que parecía rebosar vida.

—Lo hizo, lo hizo... —murmuró aterrada.

No podía hacer nada. No tenía poder para invertir aquel proceso. Sólo había sido un espectador más ante lo que estaba sucediendo. Lestat había provocado que ella fuese inmortal, pues había pedido a David que la creara como su compañera, sin embargo, los poderes oscuros de Julien, y su nuevo aliado, habían barajado de nuevo y sacado la carta más alta. Él había ganado.

—Rowan, tal vez Mona también...—dije intentando calmarla.

—No, ella no. Ella no es necesaria, pero yo sí—tembló de pies a cabeza y se aferró a las sábanas como si fueran un escudo—. No es su hijo, el asesino y violador, que camina suelto por el mundo. ¡Julien se ha vuelto loco!

El hombre que yo había conocido, o al menos el fantasma que bien conocíamos, no era más que una elegante leyenda que habíamos tenido la dicha de tener de nuestro lado. Él había ayudado a terminar con Lasher y su reino de terror, pero al parecer el poder lo estaba nublando y consumiendo. Había vuelto a la vida y quizás pensaba que tenía poder sobre ella.

Los cimientos de First Sreet estaban temblando, pero no era precisamente los de nuestro hogar. La paz que se respiraba en el jardín no era más que un paisaje bucólico, demasiado romántico y típico de una postal. Debajo del árbol ya sólo quedaban recuerdos, tierra removida y raíces. El dondiego exhalaba su aroma junto a los jazmines y las rosas, las cuales no lucían tan magníficas desde hacía algunas semanas. El tórrido verano había llegado con las típicas lloviznas, las mañanas de sol y las noches agobiantes. Ella había regresado a esa prisión perfecta de cuadros siniestros, encantadora escalera y numerosas habitaciones llenas secretos. El jardín, la entrada y cualquier lugar que ella pudiese ver, palpar o pisar era sin duda las puertas del infierno.

—Volverás a ser la heredera, eso me dijo—murmuró echándose a llorar—. Y tu hija será la sucesora, no hay más que hablar...—su labio inferior temblaba y su cabello caía sobre sus hombros. Había dejado su melena crecer, la hacía parecer una musa de Botticelli o Caravagio. Era sin duda hermosa, pero también era siniestro lo que nos estaba pasando.

—Puedo ver—expresé provocando que su rostro se sumiera en pánico, un pánico aún más terrible que el anterior—, pues las visiones han regresado.

—¿Qué?—dijo llevándose la mano derecha a la boca—. No... —con la otra se aferraba a las sábanas y su camisón—. Michael...

Sus ojos parecían desorbitados, como si alguien hubiese desencajado su rostro y formado una pieza de rompecabezas atroz. Casi se dispuso a chillar. Sabía que estaba pasando por su mente con tan sólo verla. Temía a Lasher. Si Lasher la encontraba, cosa que haría, la destrozaría. Tenía pánico y era normal que estuviese en ese estado.

Me senté en la cama, sintiendo como el colchón se hundía bajo mi peso y la sábana quedaba arrugada. Mis manos, algo ásperas, rozaron sus húmedas mejillas mientras pensaba en como hacer que todo pasase. Empecé a ver visiones, pues había olvidado por unos breves segundos mi tragedia. Pude verla a ella y a Lasher, su sufrimiento, las ataduras, los gritos, el peso de la pala en sus manos, el precio que tuvo que pagar por un poco de paz, los ojos desencajados de Mona, los besos de Lestat y las promesas que todos le habíamos hecho. Al apartar mi mano, como si su sólo contacto me hubiese quemado, la miré a los ojos deseando no llorar. Contemplarla con aquella expresión tan terrible me alteraba.

—Desean que abra de nuevo las piernas para que los monstruos pueblen la tierra, esa tierra fértil que es el paraíso que germinó para nosotros. Necesitan que muerda la manzana y beba la leche del cuerno de la amargura. Quieren que plante en mí la semilla, la alimente y la ofrezca como si fuera un ritual de sacrificio. He visto lo que ocurrirá sin necesidad de tu don, sólo sé que pasará—murmuró recostándose en la cama nuevamente—. Yo moriré pronto—dijo con la voz ronca y algo alterada, pero su aspecto era el de una estatua. Se había tumbado de lado, con el rostro hacia la ventana, y permitía que la luz le diera en las mejillas dándole algo más de color—. Estás casado con una difunta.

—Juro por mi amor que no pasará—dije apartándome de ella, pues temía tocarla de nuevo y desencadenar todos esos recuerdos. Sentía que me electrocutaban y prácticamente paralizaban.

Durante todo el día se mantuvo en silencio, esquivando mis miradas y obviando mis detalles. No quiso tomar alimento alguno. Sólo bebió agua para calmar la sed que sentía debido a la pegajosa humedad, un calor insufrible, típico de New Orleans. Su frente sudorosa quedó colmada de mechones pegados, igual que su cuello y parte de su escote. Sudaba como si tuviese fiebre, pero no era así. Sólo era el calor insoportable que la agobiaba aún más, como si Lasher no fuese suficiente.

La noche cayó. Pensé en llamar a Lestat para que acudiese, pero no fue necesario. Él apareció vestido de manera informal, con unos jeans desgastados y unos zapatos cómodos. Llevaba una camisa fresca, de lino, de color turquesa que pronto se vio empapada con las lágrimas y el sudor de Rowan. Nada más hacia el interior de la habitación, donde ella descansaba en silencio, rompió a llorar y ella lo observó completamente desquiciada. Corrió a sus brazos y él la rodeó. No hicieron falta palabras. Él comprendía todo. Había comprendido los planes de Julien desde el principio, mucho mejor que nosotros dos.

—La quiere a ella—dijo tomándola del rostro—. Amor mío, ¿por qué? Te di la vida eterna, ¿quién te arrebató ese poder?—preguntó con el ceño fruncido, provocando que sus delgadas cejas doradas se juntaran, mientras sus ojos escarbaban en el alma de mi mujer. Podía ver como él no tenía reparos ni tapujos en bucear en aquel mar infestado de tiburones con el aspecto de demonios, o mejor dicho Lasher—. Tan hermosa y fresca... —susurró tomándola entre sus brazos como si no pesara nada. Los pies de Rowan quedaron en el aire al igual que su cabeza, pero rápidamente la apoyó en su hombro y éste decidió besar su frente como respuesta a ese gesto tan íntimo—. Nunca la he visto tan...

—Joven—terminé su frase y suspiré.

—¿Así era?—dijo conmovido—. Parece casi una niña—susurró con la voz rota—, una niña que pide que su padre la tome entre sus brazos y la consuele.

Ella rompió a llorar en silencio, dejando su cuerpo a merced de las caricias de aquel vampiro que tanto adoraba. Se sentó en la cama y yo hice lo mismo. Los dos estábamos sentados, en los pies de la cama, con ella en sus brazos y toda la noche para pensar una solución. Sin embargo, él pensó rápido y disparó sus palabras como si fueran balas de cañón.


—Durante la noche yo la vigilaré, pero durante el día lo harás tú y varios escoltas—comentó mirando al frente, luego a ella y después a mí—. Eso haremos.

—¿Y podrá evitarse?—pregunté—. Dime.

—Julien es caprichoso, pero quizás puedo hablar con el demonio...

Sabía que en parte era su culpa. No atendió al demonio en su momento, lo persiguió como si fuera un ratón asustado y finalmente cuando pudo huir todo quedó destrozado. Memnoch estaba resucitando muertos, provocando que viejas leyendas se convirtieran en realidad y se sintieran seducidas por el poder hasta límites insospechados, llevando a mujeres a la locura y vidas al desastre. Lestat sólo había querido huir, pero quizás era tiempo que dejase de hacerlo y él me lo hizo saber con una sola mirada.

Aquella noche nos recostamos los tres en la cama. Mis manos terminaron cubiertas con guantes de cuero, como al principio de nuestra relación, y las de Lestat comenzaron a dejar caricias sobre su cuerpo, pero también sobre el mío. Quería calmarnos, como si fuese un hechicero o nosotros simples niños, pero era imposible. El peligro era inminente. Rowan se aferró a él, pero tiró de uno de mis brazos para que la rodeara por la espalda. Deseaba, quizás, sentirse protegida más que nunca.


—Nacerá un noveno demonio, con los cabellos dorados quizás, y la mirada turbia llena de dolor. Nacerá—murmuró completamente ronca antes de cerrar los ojos para intentar dormir. Lestat y yo nos miramos y luego la miramos a ella. Si aquello era una premonición la evitaríamos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt