Desconozco realmente cuantas veces he
intentado pasar página. Olvidar por completo sus caricias, aislar de
mi corazón el sentimiento que se propaga por mi alma y enterrar el
cadáver de las palabras que no dije. Aún mantengo la promesa, pese
a ser un recuerdo insensato. La mantengo porque sigo amándola. Pese
a todo, ante todo, la mantengo. Sé que ella sigue viva, con su
corazón intacto y la mente llena de recuerdos que comienzan a
desvanecerse.
No puedo regresar con las manos vacías,
agachar la cabeza y negar mi amor. No puedo, pues no quiero. No
quiero porque no deseo decir la verdad. Y esa verdad, tan dolorosa
como una herida que no cicatriza, es que tras “La voz” el mundo
es inseguro. No puedo exponerla. Deseo verla viva, con esos labios
suculentos con una sonrisa fría, y sus ojos, tan grises como las
tormentas más virulentas, posándose lentamente en los archivos de
sus pacientes. Necesito saber que está a salvo de todos, incluso de
mí. Soy un monstruo y temo romperla.
Negar mis brazos, a esa mujer tan
fuerte e intensa, provoca en mí una insatisfacción inmensa. Quiero
correr hacia ella, abrazarla y rogar que me ame una vez más. Ansío
recitarle los versos más prohibidos, intensos y cálidos que jamás
ha escuchado. Mis falsas promesas se quiebran, convirtiéndose en
cristales frágiles y diseminados bajo mis pies, pero no el amor que
tengo. Quiero cumplir lo que prometí, por una vez; sin embargo, el
miedo me aleja.
Pedir que me esperara fue cruel. Fue
terrible para mí y para ella. Sigue siendo horrible. Tengo la
esperanza de cumplir cada una de mis palabras, rozar sus labios y
arrodillarme ante ella declarando una vez más mi amor. Porque ella
es como un ángel. Es un verso suelto que me ha conmovido. Se ha
convertido en la brisa fresca en mitad del desierto.
“No te marchites, amor mío, porque
tú siempre tendrás el corazón de este monstruo. Poseerás por
siempre, entre tus hermosas manos de bruja, el hechizo que me ata a
ti. He caído seducido y mi condena será amarte durante toda la
eternidad. Volveré a por ti, sin saber bien cómo o cuándo, pero lo
haré.”
Amar no es pecado, pero a veces es un
reto. Y, la verdad, me encantan los retos. Deseo tenerla porque me
fascina, agita y envuelve en miles de caricias. Soy el superviviente
del dolor, la rabia y la guerra abierta entre los míos. Me llaman
príncipe y a ella la llaman bruja.
Rowan, seré por siempre tuyo.
Lestat de Lioncourt
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