Su tía me recuerda a mi madre. Ellas quieren lo mejor para nosotros, pero a veces se equivocan. Hablo de la tía de Quinn, claro. Aquí un fragmento de sus días de viaje, por no decir más de dos años.
Lestat de Lioncourt
—Deberías quitarte esa absurda idea
de la cabeza—decía mientras se miraba en el espejo de su lujoso
tocador.
Había alquilado una de las mejores
habitaciones en uno de los hoteles más deslumbrantes y céntricos de
Londres. Allí me sentía fuera de lugar, aunque no me importaba. Me
agradaba el ambiente. Disfrutaba inclusive del frío que hacía en
las calles, de la ligera llovizna y las mañanas grises. Sin embargo,
mi conciencia no permitía que me callara mis sentimientos. Estaba
lejos de ella, de mi hogar, de lo que realmente me interesaba y sólo
huía como un cobarde de un monstruo que podía aparecer en cualquier
momento.
Tía Queen insistía en que olvidara mi
compromiso con aquella joven, con Mona Mayfair, porque creía que no
era lo correcto. Pero, ¿qué era lo correcto y qué era lo
incorrecto? ¿Acaso ella tenía que decidir todo lo que debía hacer
en la vida? Yo entendía sus sentimientos, pero ella no parecía
comprender los míos. Me había enamorado y había decidido que sería
de mi vida en un futuro.
—Es una joven enferma, su familia
tiene trapos sucios que jamás han sido lavados ni lo serán por su
posición, y, por lo que sé, no tiene buena reputación—comentó
girándose suavemente hacia mí—. Encontrarás a una muchacha que
pueda ser de tu agrado—intentaba dulcificar aquel acto dictatorial.
—¿Acaso aceptaste casarte con otro
hombre tras la muerte de tu esposo?—aquella pregunta le
sorprendió—. Muchos quisieron que cambiaras de idea, te casaras y
olvidaras al hombre que murió por hacer el idiota con un
deportivo—mis ojos se quedaron clavados en los suyos y pude notar
cierta impotencia. Odiaba ser así con ella, pero estaba hartándome—.
Por mucho que la odies, por mucho que detestes el saber que me he
comprometido en cuerpo y alma con ella, voy a casarme con Mona. Mona
será mi mujer. Ella será mía y yo seré suyo, porque nuestros
corazones están unidos y lo sabes. No vas a detenerme. Ya no soy un
niño. Soy un hombre—me incliné hacia ella, la tomé del rostro y
besé su frente—. Buenas noches, tía Queen. Espero que puedas
descansar.
Me marché de su habitación y me
encerré en la mía. Escribía apresuradamente un e-mail a Mona.
Quería que ella supiera que seguía en pie mi decisión. Lucharía
por estar con ella y por ser amado por su alma. Había decidido a
quién amar y no cambiaría de opinión.
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