Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 8 de julio de 2015

Monstruo...

Rowan es una mujer fuerte. Debería volver a verla, pero ahora mismo no puedo. Quiero encontrarme con ella, aunque no sé si ella lo desee. 

Lestat de Lioncourt

Recuerdo con cierto asombro su voz. Es como si jamás hubiese dejado de susurrar mi nombre. Puedo escucharla temblorosa, pero no cargada de rabia, mientras me llama con la necesidad de un hijo a su madre. Observo el árbol desde el porche, lo contemplo con mis manos juntas alrededor de una taza de café y medito sobre su muerte, su historia y también sobre el futuro que no tendrá. Bajo ese árbol, entre sus raíces y tierra removida, se encuentran mis dos únicos hijos. Yacen ahí, como si durmieran tras una terrible noche de tormenta, esperando que alguien los llore. No soy capaz de derramar una lágrima por ellos, pero él me inquieta. Noto su fuerte aroma, su presencia y el deseo de atraparme nuevamente usando sus viejos trucos.

Esos ojos azules todavía me perturban. Cuando contemplo los ojos de Michael, pese a la bondad que veo en ellos, observo los suyos contemplándome con frustración y miseria. No sabía amar. Jamás comprendió el verdadero significado del amor. Se dejó llevar por el egoísmo y sus actos fueron terribles, tan terribles y condenables como las muertes, dolor y el caos que surgió desde aquella oscura semilla que yo mismo logré germinar.

Admito que parte de mí le quería. Quería a ese monstruo que me llamaba madre, se aferraba a mi pecho y me observaba sosegado esperando que le abrazara, besara y quisiera como a cualquier hijo. Pero era un monstruo, un terrible engendro, que caminaba y hablaba a las pocas horas de nacer. Ante mí tenía un hombre completo, con sueños y esperanzas, que se movía por el mundo como un gigante absurdo buscando el amor y la complicidad en un igual.

Todavía vienen a mí las terribles imágenes de mi secuestro. El aroma del café de la mañana siempre queda opacado por las náuseas terribles que despiertan esos olores, como el de la podredumbre de aquel colchón, que aún no puedo borrar. Me duelen las muñecas cuando rememoro las sogas y cadenas, esos cinturones gruesos que me ataban en la cama y las sábanas húmedas, por mis propias defecaciones, pegándose a mi cuerpo débil.

Ocasionalmente puedo sentir a Michael detrás de mí, observándome con cierta preocupación y esperando que me aproxime para sentirme protegida por sus brazos anchos y fuertes. Algunas veces lo hago, otras veces ignoro al mundo entero y sigo bebiendo café sin apartar los ojos del árbol. Me pregunto qué habrá sido del resto de personas y seres que he amado. Desde hace tiempo la casa sufre un silencio terrible. Pocas veces aparece Julien por aquí. Mona hace años que se marchó para no volver. Igual hizo aquel vampiro llamado Lestat. Desconozco si sólo lo soñé o si fue algo cierto, tan cierto como los libros que hay de él y que colecciono en secreto.


Hoy me siento triste y moralmente acabada, pero el sol aparece todos los días y en el hospital me necesitan. El mundo necesita que lo salve de la miseria que se acumula en las largas hileras de habitaciones del hospital Mayfair. Puedo oler las flores cerca de las camas de los pacientes, observar con preocupación los diversos informes y sentir la presión de una operación a vida o muerte. Puedo hacer todo eso. Pero no puedo aceptar el recuerdo de ese monstruo que aún me aterra y todavía amo. Es un amor y un odio a partes iguales que me envenena.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt