Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 8 de junio de 2016

Salvación

Esto ha llegado a mí. Son unas memorias, o supuestas memorias, de Memnoch. ¿Alguien me ayuda a salir corriendo?

Lestat de Lioncourt 

Al atardecer siempre tenía hermosas vistas desde la azotea de aquel edificio. El holding que se alzaba en aquella torre de hormigón y cristal poseía gran parte de la producción de información del país, era el centro de manipulación y sometimiento más fuerte e incluso estaba siéndolo en otros lugares del mundo. Los titulares señalando a diversos dirigentes políticos para ensuciar sus nombres, siendo inocentes en gran medida de las palabras vertidas, ocultaban la verdadera corrupción y las preocupaciones de la población. Además se ofrecía noticias banales y deportivas para amortiguar el impacto.

Veía la ciudad extenderse con sus numerosas calles de trazado regular, con edificios similares al que estaba bajo mis elegantes y clásicos mocasines, llenas de tráfico y almas que iban de un lado a otro en las aceras. El tiempo se escapaba entre los dedos de sus manos sepultando sus sueños, sus ambiciones y la belleza de una vida vacía como sus esperanzas. Vendidos a un quizás y un montón de dinero en una cuenta bancaria. Enclenques, hipócritas y fáciles de manipular con sus caras cenicientas esperando ser asesinados por la felicidad que no parecía llegar. Pero yo los amaba. Amaba incluso lo turbio de cada pesadilla que los mantenía vivos con sus paranoias y sufirmientos.

En mis labios un cigarrillo se consumía envolviéndome en el aroma de la nicotina. Aunque el sabor del café, un café amargo sin rastro de leche o azúcar, no podía ser desplazado por el del tabaco. Mis cabellos esta vez parecían más claros pero mi rostro era el mismo, la misma expresión. Parecía un ejecutivo, o quizás un empleado de nivel medio, que buscaba un momento de descanso entre tanto los papeles se amontonaban en la mesa de su pequeño cubículo o despacho. Tal vez me había escapado de una reunión monótona. Pero la verdad es que era el dueño de este mundo. Dueño de cada sombra.

—¿No deberías estar haciendo algo mejor que buscar almas que reclutar?—escuché una voz que parecía cercana, como si se encontrase a pocos centímetros de mi oreja, pero en realidad estaba a varios metros.

No me giré porque sabía quien era. Podía oler su supuesta bondad recorriendo sus rasgos dulces pese a lo masculino. Aquellos cabellos rizados tan dorados provocaban náuseas. El mensajero más imponente de Dios se había reunido conmigo cerca de la cornisa como si yo fuese un suicida y él mi ángel de la guarda.

—¿No tienes que ir por ahí a tocar tu trompeta?—dije tras dar una calada al cigarrillo y un trago a mi café.

—He decidido pasarme por la Tierra y saludar a mi hermano favorito—contestó quedando a mi altura tras caminar con parsimonia hasta mí.

A mi lado estaba él con otro elegante traje similar al mío, hecho a medida por supuesto, y con una sonrisa estúpida que parecía complacerse con el atardecer. Estaba seguro que no estaba allí por casualidad o porque me echase de menos.

—Dios quiere que aceptes tu derrota. No has hallado aún las diez almas que te exigió—dijo arrebatándome el café.

—Cuidado, pajarito divino, el café es demasiado potente para una criaturita tan pura y sosegada—respondí quitándole mi bebida sin que pudiese darle un solo trago—. Dile a Padre que no me rindo. Lamento informarle que cumpliré mi misión.

—Lucifer...

—Memnoch. Me gusta que me llamen Memnoch, Gabriel—dije apartándome de él para regresar a las abarrotadas oficinas. Pronto todos se irían a casa y yo debía acompañarlos como si alguien me esperase en el departamento que había adquirido en Nueva York.


Volvía a vivir como un humano con sus aspiraciones y sueños, aunque sólo en apariencia, porque seguía siendo el demonio y tenía un poder inimaginable. Quería salvar al mundo, pero a veces uno no puede hacer nada para lograrlo. Aunque sabía que estaba perdiendo mi tiempo decidí seguir luchando. Nunca daría mi brazo a torcer. Debía salvarlos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt