Es cierto que todos nos hemos sorprendido con eso de la aventura acuática de Lestat con la "Atlántida" de por medio. Pero ya avisó Anne Rice que fue por un sueño, por algo que Lestat ya no puede controlar, donde cientos de almas clamaban un poco de paz debido al sufrimiento que vivían. Creo que darle una oportunidad a los espíritus, de indagar qué ocurrió en un lugar comprometido, podría ser interesante y divertido.
Para lanzar una piedra a su favor, para animar a los Fans que se sienten molestos con esto, hemos decidido hacer un pequeño fic.
Gracias por todo.
Lestat de Lioncourt, El Jardín Salvaje.
—¿Por qué deseas ir allí?—preguntó
David tomando asiento en aquella gigantesca sala de Nueva York.
Todos estábamos de nuevo reunidos,
aunque ahora no teníamos una preocupación tan terrible como la
última vez. Solía reunirme en pequeños comités, enviar
comunicados por carta, telegrama o correo electrónico. Sin embargo,
verlos a todos me emocionó. Los había logrado tentar con una carta
donde explicaba minuciosamente lo que yo pretendía hacer.
—He tenido un sueño—dije
intentando explicarme.
—¿Un sueño? ¡Qué demonios! ¡Yo a
veces sueño con monstruos y no voy a ir a mirar bajo las camas y
dentro de los armarios de todas las casas de este mundo!—gritó
Benji sorprendiéndome. Él amaba las aventuras, pero al parecer le
parecía poco sensato todo aquello.
—Benjamín, calma—susurró Sybelle.
—¿Qué? ¡No puedo! Lo admiro
demasiado para aceptar esta locura—explicó moviéndose en su
asiento bastante inquieto.
—El joven tiene razón—habló al
fin Marius—. Lestat, no es algo que debas hacer.
Marius había tomado asiento muy cerca
de Armand y Daniel, como si ambos pudieran ser los leones de un
Hércules embravecido. Aquellas dos hermosas bestias se rendían a
sus pies deseando ser amados. Armand estaba a la derecha y Daniel a
la izquierda, pero a la derecha de este se hallaba Pandora y Arjun
que intentaba contener una risa nerviosa.
—Vuestra sensatez me
agobia...—chisté.
—Hace tiempo leí un libro sobre ese
lugar. Es un mito—comentó Avicus sentado a tres asiento a la
derecha de Arjun, muy próximo a Flavius y Zenobia.
—Es posible que existiera igual que
existió Pompeya—una tímida voz surgió entre todos los presentes.
Me sorprendió que él fuese de los pocos que estaban de acuerdo que
ese lugar tenía que estar perdido entre las aguas—. De hecho hay
quien afirma que ambas ciudades desaparecieron con pocos siglos de
diferencia. Eran ciudades de renombre. Durante siglos se olvidó
Pompeya, como si jamás hubiese existido y sólo fuese un sueño
borroso, pero ahí tenéis los restos. Además... ¿no había una
pareja de vampiros milenarios que provenían de esa zona? Vivieron
esa tragedia. Lestat conoció a uno de sus creados... ¿Por qué no
los buscamos? Es posible que...—argumentó el antiguo esclavo de
Pandora jugueteando con su mano derecha entre sus rizos.
—Yo creo que existió—murmuró
David.
—¡David, no ayudas de ese
modo!—gritó Louis completamente histérico. Sus ojos verdes
reverberaban. Su preocupación la conocía bien. Temía que me pasara
algo y no era por las consecuencias sobre todos nosotros. Él siempre
temía que algo malo me ocurriera porque no sabía vivir sin mí,
quisiera reconocerlo o no.
—Louis, por favor... ¡Puede ser una
buena aventura!—David insistió.
—¡Véis! ¡Al final sólo David se
apunta!—exclamé dando un golpe sobre la mesa.
—Hijo, ¿por qué te gusta hacer
siempre el estúpido?—dijo mi madre situada a mi izquierda— ¡Y
tú, no le animes!—gritó sermoneando a David que estaba junto a
Servaine, la cual se sentaba a la izquierda de esta.
—Padre, ¿podemos ir Rose y yo?
¡Sería como una Luna de Miel!—mi hijo estaba allí emocionado,
como cualquier joven vampiro, demostrando que mi sangre era más
poderosa que la sensatez que le habían inducido Faared y Seth a lo
largo de los años. Estaba frente a mí, con Rose colgada de su brazo
derecho y su madre a su izquierda. Ella no había estado en la
anterior reunión, pero en esta había decidido invitarla.
—¡Viktor, de eso nada!—gritó
Faared sentado al lado de su mejor creación, Flannery
Gilman, la mujer con la que tuve a mi hijo.
—¡Viktor!—exclamó de inmediato
Seth mirando al muchacho con cierto disgusto. En esa expresión vi a
su madre, Akasha, y eso me llenó de nostalgia.
—¡Seth! ¡Faared!—dijo Viktor
bastante molesto porque estaban tomando su decisión como si fuese un
niño.
—Seth, deja que mi hijo vaya donde
quiera. ¡No te comportes como una madre amargada!—al decir aquello
su madre se echó a reír, aunque no fue la única. David también se
reía junto con Jesse Reeves.
—Yo digo que es mejor que le dejemos
hacer el estúpido. Bueno, más bien los estúpidos. Amel está de
acuerdo—intervino Landen acomodando los puños de encaje de su
elegante camisa de chorreras. ¡Cuánta elegancia! De verdad Marius
le había juzgado mal.
Landen no era el desgarbado que él
había descrito ni mucho menos. No era feo y el caro perfume francés
que usaba llegaba hasta mi nariz. Parecía un hombre de modales
comedidos. Junto a él estaba el fantasma de mi creador, Magnus,
siendo testigo de todo y como representante de Talamasca, la oculta
tras los ancianos y sus misiones más misteriosas, aunque también se
encontraba Tesjamen con esos cabellos blancos y esos ojos de mirada
tan profunda.
—Gracias, Landen—dije aliviado.
—No es un piropo—me indicó—.
Simplemente creo que es mejor que te demos permiso, que alguien te
acompañe y vigile.
—Rhosh, ¿podemos ir?—decía
Benedict emocionado.
—¡No!—chistó su rubio y amargado
creador. Por un momento vi reflejado a Marius en él, el cual tenía
la misma expresión entre preocupación y molestia.
—¡Yo sí voy!—dijo Daniel imitando
mi anterior gesto, un golpe en la mesa.
—¡Daniel, por favor!—espetaron al
unísono Marius y Armand.
—Iré, descubriré lo que hay allí y
haré un libro. Puede que parezca una locura pero estoy conectado a
los espíritus. Una oportunidad, por favor. Dejad de burlaros, de
sentir miedo y de creer que nada se me ha perdido allí. ¿Acaso no
pensáis dar un descanso eterno a todos los que allí estarán aún
esperando un momento de tranquilidad? ¿Dónde está vuestra
humanidad?—todos guardaron silencio hasta que Bianca sonrió y se
levantó tomando la palabra.
—Yo te apoyo, vaya o no contigo. Creo
que hay que darle paz a los muertos—expresó antes de sentarse
junto a Alessandra que comenzó a aplaudirla. Ah, esas dos mujeres me
enamoraban.
—Si necesitas ayuda cuenta conmigo y
con tu madre—dijo Sevraine provocando que mi progenitora frunciese
levemente el ceño.
—Está decidido. Iré.
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