Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 9 de marzo de 2013

Lo imposible- Parte 9 - III


Parte 9 - III


Me moví rápido para agarrar a mi hermanito y me alcé por los cielos. Él estaba débil y necesitaba que lo viera Mona, sentía que se enternecería y comprendería. No era correcto que lo dañara, no a su esposo, no al hombre que lo amaba, no a su noble Abelardo... no a él.

Puse rumbo hacia mi mansión, pues allí pensaba que podía hallarse Mona junto a sus fantasmagóricos parientes, si bien sentía que no era el rumbo correcto. Mi cuerpo se sentía pesado y mi vuelo descendió en ritmo. Tarquin me miraba con aquellos ojos opacos, tan azules pero tan negros. Sentía que él se iba perdiendo en un mar profundo donde no saldría jamás. Temí por él, por mí, por Louis; en definitiva temía por aquellos que amé y por los que aún amo.

Cuando descendí lo hice casi cayendo de rodillas frente a Mona y Rowan, ambas estaban en una arboleda con la mansión de fondo completamente iluminada. Esperaba encontrarme con la pelirroja, con mi hija, con mi amante ocasional, la mujer de mi amigo y una de las peores Mayfair que había dado su larga historia de descendientes. Si bien, no esperaba ver a una de las mujeres de mi vida. Rowan tenía la mirada apagada y las manos las tenía con los dedos entrelazados cerca de su vientre.

Tras ella, como si de un guardián silencioso se tratase, estaba Michael vestido con elegancia y sencillez. Vestía unos pantalones de pinza comunes, una camisa blanca y una chaqueta de cuero que parecía parapetar el frío que hacía entre tanta nieve y tanto viento que parecía correr como un lamento desagradable.

Mi buen amigo, mi hermanito, me miró fijamente intentando llamar mi atención y con el don de la mente me transmitió un mensaje terrible. Eran imágenes de su pelea con Mona. Ella se burlaba de su amor, las violetas que le había conseguido quedaron en el suelo desparramadas, el jarrón explotó cerca de su costado derecho, las lágrimas de Quinn sólo alimentaron a la pelirroja a ser más cruel y finalmente el portazo.

-Déjame en Sugar Devil Island... deseo estar solo- dijo sin mover sus labios, pues fue directo a mi mente junto a esa maraña de imágenes.

No importaba ya los dramas que tuviesen preparado, ya bastante tenía con un amigo moribundo y los pies llenos de heridas. Además, había dejado a Louis solo. Si bien ver a Rowan llorar como lo hacía me destrozó, pero no iba a dar un paso atrás. Cuanto más decían que no debía casarme más deseaba hacerlo. ¿A caso no estaban todos casados? ¿A caso no lo habían hecho sin que me opusiera o sin siquiera conocerlos? ¡Al diablo! Haría lo que quisiera y Louis permanecería a mi lado. Aún no había jugado mi última carta.

-¿Satisfecha? Éste despojo es tu esposo ¿te vale?-pregunté mirándola airado. Ella parecía serena e incluso satisfecha-. Me importa un carajo lo que pienses de mí, como me ataques, lo que quieras... Louis está antes que tú. Por mucho que te aprecie Mona lo nuestro fue sexo sin más, nada más, y a él es a quien amas ¿no es así? Mira lo que haces... atente a tus consecuencias que yo me atendré a las mías.

-¿Deseas algo en este lugar Lestat? -volteo la rubia secando sus lágrimas observándome con su mirada grisácea que tenía plasmado dolor y tristeza.

-Deseo la tranquilidad en la cual vivía-respondí secamente. No era una tranquilidad real, pero sí una calma aparente. Al menos no tenía el sobresalto de pensar que Louis podía morir en cualquier momento, que quizás Tarquin terminaba arrojándose a las llamas o presentándose ante el sol, también vivía tranquilo creyendo que por mucho que yo dijera todo iría bien. En esos momentos sabía que nada ni nadie podría asegurar que todo marcharía correctamente-. No es justo que Louis sufra por un error mío, además si deseo casarme es mi problema. ¡Por una vez quiero hacer lo correcto! No quiero a Mona, nunca la voy a querer como ella desea, pero sin embargo este imbécil se está muriendo ¿a caso no os importa?-mi buen amigo me miró rogando nuevamente que lo llevase lejos de allí, a su refugio.

Mona miró indiferente a su esposo, el cual parecía languidecer en cada segundo. Sus ojos no tenían otra expresión que la venganza y los míos eran la desesperación. Necesitaba que aceptase que no podría existir nada entre nosotros y que todo debía volver a como era antes.

-Entiendo tu pesar- susurró con un hilo de voz. Rowan habló finalmente por Mona, la cual parecía divertirse con todo aquello-. Enhorabuena por tu compromiso, sin embargo no es nuestro problema ya- enunció fríamente movida por la ira-. Retírense si son tan amables... Mona, Michael... -se giró hacia ambos los cuales se marcharon dando paso a mi amante, mi Rowan, quien caminó por el sendero de piedra. Podía sentir su dolor calando su cuerpo hasta su alma, pero su orgullo no sería pisado porque era una Mayfair. Ella me transmitía ira, poder, desesperación silenciosa y sobre todo dolor.

Tragué saliva apretando los puños intentando parecer íntegro, sin embargo el dolor me vencía. Nadie aún sabía que seríamos padres, salvo Louis y yo mismo. Temíamos tanto que el bebé terminara perdiéndose, el nacer muerto o simplemente que la mujer que alquilamos no desease entregarlo. Además, por una vez me di cuenta quien le amaba realmente y siempre había buscado el consuelo de ser querido.

-¿Y bien? ¿me dejarán volver a la mansión o tendremos que irnos? No voy a cambiar de parecer.

-Hagan lo que deseen, mátense si es necesario -se giró hacia mi con su rostro surcado por lágrimas que deseé secar-. Sólo retírense...-masculló para seguir hablando con mayor firmeza-. Vete con todo y tus sentimientos, tú amor...-el tono quebrado de su voz y sus ojos me torturaban- y todas esas palabras dulces con las cuales me engañaste y enganchaste. Ahora veo que sólo fui una más en tú lista Lestat, gracias por demostrarlo...


-Rowan, sabes que eso no es cierto-dije mirándola conmovido, dejé a Tarquin en el gélido jardín, para ir hacia ella-. Pero él merece ser feliz y yo necesito a alguien que me soporte, que me ame, y que esté ahí a pesar de todos mis errores. Necesito a alguien que realmente me quiera- la tomé del rostro y la miré con cierta ternura-. Oh, Rowan... yo te amo y te necesito... pero él lleva siglos esperando algo por mi parte y he decidido dárselo... nunca cumplo una maldita promesa y éstos días han sido un suplicio por culpa de Mona- me quedé sin aliento y con unos terribles deseos de besar sus carnosos labios-. No soy el culpable, lo es ella.

Estaba a punto de cumplir mi deseo cuando me apartó furiosa haciéndome daño. Una vena de mi nariz explotó y comencé a sangrar. Fue una de sus demostraciones de poder. Rápidamente me llevé la mano a la nariz incrédulo. Rowan siempre fue dulce, atenta, entregada y llena de cariño hacia mi. Sus manos acariciaban mis cabellos con una intensidad que me hacía delirar. Sus besos eran tóxicos y lo sabía, pues cuando me regalaba su veneno terminaba llorando porque era extremadamente feliz al tenerla. Siempre quería más, más de su cuerpo cálido junto al mío.

-Vete o me las pagarás-siseó furiosa.

Aquella mujer no era la que tanto y tan bien conocía. Mis ojos se llenaron de copiosas lágrimas sanguinolentas y deseé que Quinn despertara de su estupidez de una buena vez. Necesitaba que alguien me abrazara ante el terrible dolor de percatarme que ella no me comprendía como decía, que no me aceptaba a su lado en el refugio de sus brazos, y sobre todo que quizás mi hijo estaba allí mismo. Quise pedirle que al menos me dejara abrazar al pequeño, pues hacía días que no veía a algo que era parte de mí. Si bien, ella no tardó en romperme las esperanzas. Ni siquiera él podría estar cerca.

-Vete de una buena vez cásate, ten a tu amado hijo- ella leyó mi mente, la cual no cerré porque jamás pensé que usaría mis pensamientos en mi contra-. Por el nuestro ni te preocupes que yo me haré cargo. Se feliz Lestat...-susurró con la voz aún más quebrada-. Yo, Rowan Mayfair, no tengo nada más que tratar contigo -sonrió amargamente ingresando a la casa seguida de Michael, mientras Mona sonreía fascinada siguiendo sus pasos.

-¡No me puedes quitar ese hijo!-grité furioso recordando con ansiedad que ni siquiera había podido cargarlo más allá de unas horas. Era mío, mi sangre, y ella me lo arrebataba. Sintí el mismo lascerante dolor que cuando Claudia demostró su odio, el mismo -. ¡Rowan! ¡No me puedes hacer eso! ¡Además esa mansión es mía! ¡Rowan!

Ignoró mis comentarios aferrándose a Michael, el cual la miraba con ternura y preocupación. Odié no ser yo, odié no tenerla para mí en ese momento. Aunque estaba herido de rabia la amaba, a pesar de todo. Su esposo la dirigió hacia dentro mientras ignoraba parte de mi discurso.

-Ésta es la casa Mayfair de First Street, Lestat. No es tu casa, no es la tuya- mencionó Mona antes de cerrar la puerta en sus narices.

Miré confuso la mansión y noté que no era la misma. Como si un hechizo me hubiese hecho ir hasta allí, contemplar la mía, y después desvelarse con otro disfraz. Después de agitar mis cabellos para que mis pensamientos se reordenaran deslicé mis ojos por el cuerpo inmóvil de Tarquin. No dudé en tomarlo de nuevo del suelo, sacudir un poco los copos de nieve acumulados sobre el jardín y alzarme en volandas para dejarlo en mi mansión.

Cuando llegamos todo estaba destrozado gracias a los fantasmas. Había algunos cuadros que habían caído, varios libros destrozados, una televisión que aún soltaba algunas chispas, varios cristales en el suelo de la entrada y mis huellas ensangrentadas.

-Te dejaré en la habitación que usas aquí, no te llevaré al Santuario- dije serio mientras caminaba aún adolorido para subir por las escaleras-. Petronia podría ir, verte allí, molestarse contigo, burlarse de ti y dirigirse a la Mansión Mayfair ¿a qué? No, no quiero problemas Quinn. Es mejor que tu airada creadora no se aproxime demasiado a las brujas. Puede que no me creas, pero algo te quiere aunque sea ínfimo, y por orgullo también se hacen muchas cosas. Claro, que tú no tienes orgullo ¿verdad hermanito?-susurré mirándolo antes de entrar en su habitación al fondo, cerca de las escaleras a la boardilla.

La cama estaba preparada para que él tomara hueco en ella, así que simplemente lo recosté sacando sus zapatos, desabrochando su camisa y acomodando su cabeza sobre la almohada. Desabroché también el primer botón su pantalón para que estuviese cómodo y le saqué la chaqueta, la cual parecía algo polvorienta.
Miró confuso la mansión y notó que no era la misma, después pasó sus ojos hacia el cuerpo de Quinn tomándolo en volandas y se alzó para llevarlo a la suya. Allí todo estaba destrozado gracias a esos estúpidos fantasmas. Tras colocar a Quinn en su lecho fue a por Louis, pues estaba esperándolo y no lo dejaría solo. Acaricié su rostro con la punta de mis dedos cuando noté que nuevas lágrimas brotaban de él, cosa que me enterneció y me apuñaló. Era el culpable de su sufrimiento, no Mona.

-Te quiero, sabes que te quiero y que arreglaré ésto. Sabes que lo haré, por favor confía en mí como si aún fuese tu héroe- besé su frente y salí de la habitación.

Cuando cerraba la puerta la vi sonriendo cruelmente. Tan hermosa con ese vestido pastel lleno de lazos rojos, igual que los que jugueteaban con sus rizos dorados, sus mejillas tenían un tono sonrosado y sus labios diminutos tentaban para ser besados pese a esa mueca temible.

-Ni se te ocurra, Claudia.

-Tranquilo, padre querido, no es a él a quien deseo atormentar- dijo con una leve reverencia-. ¿No te duele? Ver a un amigo así, un hermano para ti, un chico tan comprometido que te quiso tanto consumido en una momia que no desea moverse y sólo quiere la muerte. ¿No te duele? ¿Por qué no acabas con su sufrimiento noble Lestat? Abelardo quiere morir y tú lo mortificas diciéndole que todo irá bien.

Aquello me hizo sacar unas lágrimas, pero no estaba para escucharla. No debía escucharla. Sabía que era capaz de condenarme del mismo modo que intentó condenar a Louis. Corrí por las escaleras mientras quedó gritando con su voz infantil, desquebrajándola con matices adultos, mientras juraba que sería despiadada. Corrí hacia el jardín con los pies ensangrentados y con nuevos cristales dentro de las plantas de mis pies. Me alcé por los cielos rezando por la seguridad de Quinn, por la de Louis y por la mía. Debía buscar el consejo de Marius, la fuerza de David y quizás llamar a las Gemelas. Todos debían ayudarme, pero sabía que muchos me darían la espalda.

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Lestat de Lioncourt