Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 9 de marzo de 2013

Lo imposible - Parte 10


Parte 10 - I - Rosas en la nieve


Salí al jardín escuchando los jarrones estrellarse contra las baldosas, el parquet e incluso como aporreaba el piano con furia. No me intimidaba aquella mujer encerrada en cuerpo de niña, pues seguía siendo mi damita y pese a saber que sólo estaba su alma allí con nosotros para hacernos sufrir, pese a eso, no la creía capaz de dañar a otro que no fuese a mí o a Louis.

Mael estaba allí con aquel individuo alto, fuerte, firme y sosegado. Tenía una mirada limpia que me perturbaba y un mentón muy masculino. Sus brazos rodeaban los hombros de Mael mientras éste parecía estar situado frente a la mansión observándola con suspicacia.

-Sesudo ¿a caso haces reforma hoy?-preguntó con una ligera mueca sarcástica.

-Corremos peligro, pues incluso a ti puedo decir que te aprecio a mi manera y todos los que aprecio corren serio riesgo ésta noche- él guardó silencio, pero así su compañero.

-¿Necesita ayuda?-su voz oscura me provocó escalofríos, pero aquella sonrisa sincera me alivió.

-Sólo cuiden que Tarquin no salga de su habitación, sólo eso.

Ambos asintieron caminando hacia el interior, quizás quedándose en la estancia del gran hall o posiblemente se sentarían cerca de la puerta del joven vampiro que tanto apreciaba. No lo sé, porque realmente tampoco me dediqué a investigar si realmente lo harían. Por un momento tuve fe en Mael y en su acompañante, quizás debido a la desesperación.

Hubiese dado cualquier cosa por tener a Khayman, Thorne, Las Gemelas y Jesse junto a nosotros. Si bien, ellos habían decidido alejarse de los mortales y vivir una vida más tranquila. Jesse seguía comunicándose con nosotros muy seguido. La joven pelirroja era peligrosa por los conocimientos que albergaba, pero sin duda no era la clase de peligros que podía dañarnos como en esos momentos. También hubiese dado cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa, porque Merrick siguiese con nosotros.

Me alcé por los aires estirando mis brazos y viajé lo más rápido que pude hasta donde se hallaba Louis. Tenía miedo por encontrarlo lloroso y casi a punto de perder la cordura. Nicolas rondaba siempre las habitaciones donde él se hallaba, a veces susurraba en su oído palabras crueles y otras eran sólo el murmullo de sus risas que criticaban cada uno de sus discursos.

No quise decirle nada al llegar allí, tan sólo lo tomé entre mis brazos y lo arrastré hasta la salida. Pronto estaría el sol fuera y no era sensato estar allí. Me alcé por los cielos con él pegado a mi pecho, envuelto en la sábana y mantas que allí había podido ofrecerle, y con la mirada llena de temores.

Mis labios no se movieron en todo el camino, era como si no quisiese decir que había ocurrido en aquel frío jardín. Pues, sabía bien que él no comprendería del todo hasta que punto me afectaba la situación. No deseaba ser cruel ni tener la mirada llena de odio. Mi mundo, el mundo que teníamos, había vuelto a cambiar y tendríamos que ser más fuertes que nunca.

Al llegar noté como Mael y Avicus se disipaban marchándose de la vivienda. Quizás deseaban deshacerse del peligro o quizás iban a buscar ayuda, en esos momentos no me pregunté el motivo y aún hoy no lo hago. Fuese cual fuese no me importó, pues lo único importante realmente era que mi hermanito seguía en la mansión a salvo.

Una vez en nuestra alcoba, cuando ya él descansaba sobre la cama, confesé todo lo que me había callado. Sentí que mi cuerpo se desmoronaba y desplomaba fuertemente contra la chimenea. Pues, desde que supe que Rowan logró el milagro de engendrar un hijo mío en sus entrañas, desde ese momento, me sentí mucho más afortunado.

-Rowan se ha quedado a mi hijo... me ha quitado a mi hijo. Todo por culpa de Mona.

Louis se había incorporado para verme bien e incluso levantó su mano para tocarme el rostro, si bien sus celos salieron a flote destellando con fuerza. Frunció el ceño y torció los labios para escupir su veneno.

- ¿Te duele más incluso si yo te hiciera lo mismo con el nuestro?

-Nadie ha dicho eso-respondí sentándome frente al fuego, como la vez anterior que habíamos discutido, intentando sacarme los cristales que estaban ahora incrustados entre los músculos-. Si seguía con la boda todo se acababa entre Rowan y yo, incluso me quitó el niño, esa fue su presión. Pero también hay algo más, Mona ni siquiera ha mirado a nuestro hermanito-me giré y lo miré serio intentando no hundirme-. Me duele toda la situación. Me duelen tus celos, me duele que ella crea que miento, me duele que Mona no entienda y me duele perder a un hijo-hice un inciso para lograr énfasis en mis siguientes palabras mientras sacaba un trozo de cristal bastante filoso-. Pero nadie me dice que tengo que hacer... nadie.

-No sé que decir... -apartó su mirada avergonzándose de su reacción sentándose en la cama porque parecía que las piernas le temblaron-. Puedo decirte que no te quedes de brazos cruzados y pelees por ese hijo... pero no sé que tan de temer sean esas brujas -se levantó de la cama y se acercó sigilosamente hasta mí. Cuando estuvo cerca, como a menos de un metro, notó entonces las heridas de mis pies y se asustó. Pude ver la sorpresa de su rostro notando las heridas en mis pies, se asustó pero supo controlarse arrodillándose frente a mí y ayudarme a sacar los cristales-. Lestat... -levantó la mirada hacia mí- temo más por ti, por tu cordura y fuerza pues ésto te esta sobrepasando... -lamió la sangre que vertían mis heridas para limpiarlas y espero a que estas cerraran.

Guardé silencio mientras mis heridas se reparaban y dejé escapar un par de lágrimas antes de girarme hacia la leña. Avivé el fuego y apoyé mis brazos sobre mis rodillas.

-No puedo hacer nada... Rowan es demasiado fuerte y si me enfrento a ella también puede salir dañada. Es la madre de mi hijo y no quiero que crezca sin una... tal vez el niño termina teniendo suerte.

Deseaba pensar que aunque yo no estuviese a su lado eso no importaba. Michael podía ser un buen padre de mi hijo, pero no era yo. Por mucho que intentase pensar que estaría mejor sin mí había mil argumentos en mi contra. Lestan era tan sólo un bebé que a penas balbuceaba y que llenaba mis chaquetas de sus pequeñas babas mientras tiraba de mi colgante predilecto.

El primer día que lo cargué recuerdo haberme quedado embelesado ante sus ojos azules. Sus labios pequeños y sus mejillas sonrosadas tenían una belleza sublime, reconocí la nariz de mi madre y el aroma de la inocencia en sus ropas así como la suavidad de Rowan en su pequeña piel. Deseaba cargarlo durante horas conversando con él sobre temas que no comprendería hasta al menos alcanzar los veinte años, sin embargo el sueño le venció y parecía satisfecho por estar con su padre. Ella estaba fascinada por mi comportamiento con el pequeño, la cual parecía cada vez mayor alejándose de su juventud. Rowan en unos años parecería también mi madre, no sólo la madre de nuestro hijo. Ella no sería eterna, pero no quería torturarla con el Don Oscuro. Deseaba ser mortal, tener una vida digna y plena. Nuestro hijo había nacido con cierta sensibilidad a la luz, pero podía caminar bajo el sol no como yo, y en lo restante era un brujo con cierto potencial y nada más.

Louis escuchó en silencio mis palabras y pude sentir que algo se quebró en él, se puso de pie y besó mi frente inclinándose levemente hacia mí.

- Tal vez no sea lo mismo pero aunque lo haya dicho movido por la ira, y el dolor, jamás te quitaré a nuestro hijo ni el derecho de verlo -se alejó casi arrastrando los pies. Él no soportaba verme de esa forma y no quería que lo viese derrumbarse de nuevo- ¿Por qué no intentas descansar?

-Quinn está hecho polvo por mi culpa, no veré a mi hijo por mi culpa y tú has sufrido por mi culpa... tal vez Nicolas tiene razón y debí ser yo quien muriese en una hoguera-era lo que solía escuchar entre los quejidos de los violines.

Nicolas se alzaba retumbando en cada muro de la vivienda, resonaba en las vigas de madera y bailoteaba sobre el fuego, para terminar susurrando en mis oídos las palabras más crueles que pudiesen ofrecerse. Estaba perturbado, lo sabía, y por ello jamás hacía caso a sus intentos por verme muerto. Él quería que regresara a su lado, me hundiera en la eternidad de una forma distinta, y finalmente llorara como un maldito idiota.

Louis no tardó demasiado en regresar corriendo hacia mí, abrazándome y besándome de forma frenética. Sin embargo, acabó agarrándome de las solapas de la camisa mal colocada que aún llevaba y tiró de mí alzándome para que lo viera a los ojos.

-¡No vuelvas a decir eso! ¡Qué si me haces daño, no es nada que no pueda sanar! ¡Tírame, engáñame, rómpeme y haz lo que quieras y aquí seguiré! ¡Pero tú no te derrumbes, no es el fin del mundo ni estás solo!

-¡Louis me odian muchas personas que creí que me amaban!-grité deshaciéndose de su agarre-. He perdido un hijo y a saber si el nuestro no está en peligro- no deseaba decirle la verdad, pero parecía no entenderla. Me incorporé y lo abracé acariciando sus cabellos-. Habrá que traer a la mujer a casa, atenderlas nosotros mismos y vigilar... quizás tenga que llamar a David y Marius para que queden permanentemente con nosotros. Necesitamos ayuda.

David era imposible de localizar en ocasiones, pero al menos las nuevas tecnologías habían logrado que ambos pudiésemos cartearnos por correo electrónico gracias a Internet instalado en nuestra telefonía móvil. Marius era más extraño, pero siempre podía buscarlo con el don de la mente aunque en ocasiones rondaba New Orleans con la excusa que su pupilo estaba con nosotros.

-Mon cher... -se mordió el labio inferior antes de hablar-. Renuncio a la boda...-su voz pendía de un hilo muy fino. Parecía que iba a romper en un llanto amargo-. No puedo pretender ser feliz si estás sufriendo por ésto. Además es sólo un capricho, no quiero que por ese capricho te quiten a tu hijo...-realmente no era un capricho ni para él ni para mí, aunque lo mío era más mi orgullo aplastado que una muestra de afecto. Aquello que en un principio surgió como un deseo de demostrar cuánto le amaba terminó por ser algo por lo cual no rendirme-. Tú mismo me lo has dicho muchas veces y es una tontería -una lágrima rodó por su mejilla apartándose para ir a la pequeña mesilla que usábamos para el correo convencional.

Allí solíamos sentarnos a narrar nuestras aventuras, y desventuras, mientras la noche se volvía más intensa. Se sentó en la silla y se aproximó bien a la mesa. Intentó tomar la pose más cómoda para algo que sería incómodo, doloroso y triste. Sus lágrimas no dejaban de brotar mientras tomaba un folio del primer cajón junto a un sobre. Allí, con cuidado, comenzó a escribir a toda velocidad para luego morderse el pulgar de la diestra y colocar su huella a modo de sello. Dobló la hoja cuando acabó, la metió dentro del sobre y me la entregó con el ceño ligeramente fruncido.

-Ten, llévalo con Rowan... tal vez ésto ayude a que puedas ver al niño.

Él había deseado aquello desde hacía muchos años. Siempre había dejado claro que quería una relación estable y segura, algo que le dijera que era cierto que estaría a su lado. Si bien, cerré únicamente los ojos unos instantes y me levanté para abrazarlo.

-Louis... no es lo que deseas-dije en murmullos secando sus lágrimas-. Tú no deseas eso, tú quieres casarte y he comprendido que jamás te he dado algo que realmente desearas.

-No importan ya mis deseos -hizo un esfuerzo por sonreír-. Mon cher lleva esta carta, en ella renuncio a nuestra boda y puse mi sangre para que sea verídica. Ve... no deseo verte así, ve.

-Eso no cambiará nada Louis- respondí serio mirando el sobre-. Es Mona la que desea tener algo conmigo y por ello se lo ha contado a Rowan. Ellas pueden hacer lo que deseen pero intentan controlarme, controlarte y a la vez hundir todo lo que queremos. Mira como está Quinn... sólo mira como lo ha dejado -lo tomé por los brazos y miré fijamente a sus ojos-. Iré a ver a Mona, tal vez pueda convencerla de algún modo... cuida a Quinn e intenta contactar con David y que éste a su vez busque a Marius. Quizás necesitemos de algunos inmortales más, como mi madre, pero de momento creo que con los consejos de ambos podremos idear algún plan para mostrar que la culpable es Mona- esperaba que él entendiese que esperaba hacer, si bien, tan sólo teníamos tres horas para conseguir detener aquella locura-. Siempre consigue lo que quiere y ya estoy harto.

-D'accord -respondió no muy convencido-. Me quedaré con Quinn y haré lo demás -se apartó lentamente-. Ten cuidado -nuevamente la angustia volvía a invadirlo y podía ver en sus ojos ese temor que le asfixiaba.

Tomé a Louis del brazo para llevarlo junto a nuestro hermanito, el cual se hallaba recostado en la cama en la misma posición en la cual lo dejé. Sus enormes ojos azules tenían un deje lastimero que me taladraba el alma. Mi corazón se conmovía y deseaba que ese ser destrozado volviese a la vida.

Louis entró en la habitación dando grandes zancadas y se acomodó en la cama mirándolo con la misma ternura que usaría una madre. Sus manos temblaban al verlo y él parecía no reconocerlo, más bien parecía sumergido en sus pensamientos.

- Oh, Quinn... -le acarició los cabellos de forma fraternal, casi como una madre preocupada por su hijo.

Mientras él se conmovía yo puse en marcha el plan. Me alejé de la habitación para conversar con la mujer que llevaba a nuestro hijo en su vientre. Expuse mi preocupación, así como le comenté que había ciertas personas que deseaban dañar todo lo que amaba. Rogué que viniese a nuestro hogar, nosotros la atenderíamos en todo momento y también procuraríamos que nada le pasase. Tras convencerla mandé varios mensajes a unos amigos inmortales, eran muchachos que a penas tenían una década con nosotros en éste camino a veces tortuoso. Expliqué rápidamente lo ocurrido y aceptaron ser los guardianes de Rose, la mujer en cuestión, y de mi hijo.

Suspiré pesado mientras caminaba de un lado a otro por el pasillo y cuando miré hacia la puerta vi a Louis allí sumergido en preocupaciones.

-En unas horas vendrá la madre de nuestro hijo, la custodia desde hace varias semanas un par de vampiros jóvenes que conocí hace más de tres años. Ellos son muy similares a nuestro amigo, muy leales y agradables -aunque ellos no tenían tanto dinero como nuestro acompañante, sólo eran pobres diablos que buscaban tener algo de sabiduría y dinero -. Vendrán con ella, déjales pasar y ofrece algún lugar para que descansen... ella no sabe lo que somos, piensa que únicamente somos fotofóbicos... ni sé como ha creído tal cosa - me apartó para dirigirme al aseo, necesitaba darme una ducha, vestirme correctamente e ir donde estaba Mona para encararla.

Las tres horas se redujeron a dos de forma drástica. Fue bastante complejo deshacerme de todo lo que tenía encima, pues el barro además de la sangre reseca se añadía el sudor de la noche pasada. Cuando salí lo hice con uno de mis mejores trajes y a una velocidad que podía ser pasmosa. La mansión no estaba muy lejos, casi podía verse si me alzaba bastante en el jardín.

Mona se encontraba en la casa Mayfair junto a sus tíos, además de Lestan que parecía desconocer qué ocurría. Pude sentir su presencia en el piso superior, muy posiblemente dormido en su pequeña cuna de madera rodeado de peluches y almohadones. Mona estaba abajo, junto a Michael, sentada en uno de los sofá de cuero, pero noté que Rowan estaba intranquila caminando por la habitación apretando sus manos.

En mi llegada pude notar que Michael se levantaba y rogaba a su esposa que se calmase. Pude escuchar sus suaves palabras apelando a su raciocinio. Si bien, ella se construía y destruía constantemente.

Vestía uno de mis impecables trajes de diseñador, poseía un corte moderno pero a la vez clásico. Iba sin corbata y con camisa de seda negra. El traje era blanco impecable y realzaba mi moreno a causa del sol que una vez bañó mi cuerpo, aún poseía ese tostado que me hacía parecer un joven surfista. Mis cabellos dorados estaban peinados, pero si bien aún parecía más la melena de un león. Llamé a casa de los Mayfair con la carta de Louis, la entregaría pero no estaba dispuesto a dar mi brazo a torcer. Cerró bien mi mente y puse mi rostro más enigmático, serio y ceñudo esperando que abrieran.

-¡Abran!-grité-. ¡Quiero ver a Mona!-volví a golpear la puerta que no derrumbé por cortesía.

Rowan fumaba. Detestaba que fumase porque daba el pecho al niño. Había dejado de fumar mucho antes de saber que estaba embarazada, lo hizo porque se sentía plena y feliz a mi lado, si bien aquella noche la vi con un cigarro en sus labios. Michael la dejó ir de entre sus brazos mientras ella apagaba el cigarro en un cenicero cercano.

-Ve arriba con el niño, Michael- besó a su esposo, el cual obedeció de inmediato e intercambió un par de miradas con Mona.

Miraba a todos desde la puerta de cristal transparente. Ellas me veían y seguramente sabían que estaba dispuesto a todo. Se aproximaron a la puerta de la entrada, para luego ver como Rowan se adelantaba a abrir la puerta.

-Por favor, pasa- respondió fríamente dejando a Mona ocultarse entre las sombras de la casa.

Entré dentro entregando el sobre a Rowan y la miré fijamente. Quería ver a la mujer que amaba, no a la bruja que detestaba. Ella nunca fue brusca conmigo en ese modo, me hería verla así conmigo.

-Espero que ésto te haga feliz, pues al menos que alguien lo sea ¿no es así? Aún así siempre me dijeron que el amor significaba ver feliz a la otra persona y no hacerlo un desdichado... felicidades.

Sostuvo el sobre entre sus manos sin abrirlo, parecía no querer ver su contenido de momento. Con un ademán me hizo que la siguiera, pero aún así me pidió que la acompañara y lo hizo con la voz tomada por el dolor y la frialdad.

-Por favor acompañame, este no es lugar para hablar -volteó lentamente sobre su mismo eje caminando por el pasillo en penumbras hasta la biblioteca, situándose en el que fuera el escritorio de Julien décadas atrás-. Por favor, toma asiento -señalizó con la diestra hacia una de las sillas en el escritorio-. Espero no te importe las penumbras, la casa Mayfair se aprecia mejor así -se sentó en aquella silla.

Era una silla hermosa, tenía unos detalles increíbles y me hubiese gustado acariciarlos de no estar en plena crisis. Bajo sus pies había una hermosa alfombra que parecía persa, pero no estaba seguro, y estaba a juego con las cortinas. El escritorio estaba recogido, pero había un abrecartas que parecía dispuesto a usarse. Un inmenso retrato de Julien Mayfair presidía la sala, el cual parecía vigilar desde allí.

-Adelante, te escucho.

-Louis ha decidido rechazar nuestro compromiso, pues sabe que no deseo ser infeliz. Si me quitas el poder ver a ese hijo lo seré, aunque tenga uno con Louis no quita que quiera a Lestan- dije cruzando las piernas de forma masculina, mientras se acomodaba de forma cómoda, observándola sin pestañear-. Louis hace ésto por mí, aunque yo no estoy de acuerdo. Él ha sufrido durante años y pensé que hacerle feliz no iba a causar éstos problemas. Las bodas siguen sin agradarme, pero quería recompensar a mi amante desde hacía siglos con algo que siempre deseó. Él sabe que siempre seré un conquistador, un hombre dado a tener otros amantes y ciertos cortejos que me hacen feliz, libre y sobre todo me ofrecen placer... él me ama aún así y nunca me ha rogado nada -la miraba a los ojos sin perder detalle de éstos mientras hablaba-. Eso no quita que te quiera, que quiera a nuestro hijo y que sea verdad todo lo que he dicho éstos años. Tampoco quita mi falta, si bien Mona me engañó diciéndome que Louis me era infiel, provocando constantemente hasta que cedí y cuando decidí que estaba mal por Louis, por Quinn, por ti y por mí decidió que debía vengarse -solté un hondo suspiro y dejé que una lágrima se escapara pese a querer parecer entero-. Maldita sea... ¿a caso me crees tan ruin para dañarte a propósito? Soy un ser impulsivo demonios... pero jamás te haría daño a posta.

Observó en silencio mis facciones y escuchó con atención todo lo que decía. Tomó el puñal, el cual era un elegante abrecartas, y lo esgrimió para abrir el sobre sacando el contenido. Leyó brevemente las líneas de trazo rápido, pero elegante, que Louis le obsequió y después cerró ésta dejándola sobre la mesa.

-Estoy embarazada -rompió el silencio que reinaba provocando que mi corazón latiera aceleradamente-. Lo confirme ésta mañana, nuevamente es tuyo, sin embargo no pido que te hagas cargo ni de Lestan ni él. Pueden vivir solamente de los intereses del legado Mayfair o si lo prefiero de la fortuna dejada por Ash, a su vez lamento la triste noticia acerca de vuestro desenlace trágico hasta cierto punto. Cabe aclarar que Mona es así, siempre lo ha sido. Se inmiscuyó en mi matrimonio, no la culpo por ello pues me ausente por razones de fuerza mayor. Pero la cuestión aquí es ¿qué deseas que haga con ello? ¿Darle solución? Dime por favor, que ésto me tiene ahora sumamente preocupada -su expresión fría hasta ahora se había transformado en una mezcla de tristeza y dolor la cual se veía claramente a través de sus orbes grises. Si bien, no era lo único. La expresión de sus labios al hablar era también melancólicos.

-Necesito que la metas en razón, lo necesito- respondí aún abrumado-. No quiero nada serio con ella, absolutamente nada. Yo estaba bien teniéndote tan sólo a ti y a Louis. Estaba bien soportando los celos de ambos y mis conquistas sin ir más allá de varias palabras ardientes. ¡Estaba bien!-grité moviendo mis cabellos dorados cuando me moví con furia-. Estaba bien sintiendo que al menos estaba realizando lo correcto... tienes a Michael que te cuida, algo que no puedo hacer porque no sé como hacerlo contigo, y nos veíamos cuando podíamos. Estaba bien viendo a nuestro hijo y me hace sentir orgulloso que vayamos a tener otro... pero demonios... demonios Rowan... mi hermanito se está apagando por culpa de esa niña estúpida, ha roto lo que tanto amaba y tanta seguridad me daba... ¿por qué? ¿eso la hace feliz? Maldita sea Rowan... sólo quiero mi vida de antes- lo último fue un ruego.

-Oh Lestat yo... -se levantó de la silla llevando ambas manos a su pecho-. No pensé que Mona llegase a tanto... -respondió con tristeza frágil y vulnerable ante mí-. Ahora temo por mí y Michael...

-¿Qué quiere de mí?-pregunté incorporándome para tomarla por la cintura pues sentía que podía desfallecer-. ¿Por qué hace todo ésto? ¿Qué puedo hacer para que pare? Dime, Rowan- ella se acurrucó en el hueco que mis brazos formaban y dejó que me estremeciera.

-Lestat...-susurró suavemente con aquel timbre confidencial entre ambos.

Acaricié sus cabellos con ternura y desesperación. Temía que perdiera lo que llevaba en su vientre y también que mi hijo sufriera. Debía volver a ponerme el traje de héroe, luchar contra Mona y sus estúpidos deseos, porque ellos me necesitaban.

-Dime que quiere esa maldita desgraciada... dime que quiere.

Se apartó de mí con suavidad observándome mientras Mona se situaba detrás. No me había percatado de ella porque parecía tan hermosa, tan débil, tan mía y sobre todo tan ella. Quería desnudar sus hombros y besarlos, del mismo modo que sus párpados y mejillas.

-Mona es una Mayfair- sentenció- Y como una Mayfair debemos protegernos entre nosotros, somos un clan querido sin embargo no siempre se puede salir bien librados -susurró contra mis labios tomando aquella daga con la que abrió el sobre. No comprendía que quería decir, pero deseaba besarla y retenerla de nuevo entre mis brazos. Moría por tener su peso contra mi cuerpo y llevarla lejos de todo lo que sucedía en esa casa. Mía, únicamente mía. Era mi dulce Rowan. Mi mano derecha se alzó apartando el mechón rubio que caía sobre su rostro. Se había dejado el cabello largo y cada vez lo tenía más hermoso. Siempre me pareció una mujer francamente fascinante.

-No nacimos humanos.. -susurró Mona asestando una puñalada en mi espalda que me hizo chillar.

-Nacimos Mayfair- respondió Rowan haciendo lo mismo, clavando aquella daga en su corazón apartándose de mí con suavidad-. Y como tales debemos protegernos sin importar nada... -respondió observando lo que había hecho. Mi fino traje blanco se había teñido por un rojo intenso, parecía como si las rosas más sublimes surgieran de mi pecho-. Perdona Lestat te amo, sin embargo estoy cansada de ser tú última opción...

Jamás pensé que Rowan pudiese ser así, un terrible dolor embargó mi pecho y no fue únicamente por las dagas. Creí en ella hasta el final, inclusive estuve a punto de rogar que huyera antes que Mona hiciese algo más. Caí al suelo escupiendo sangre intentando huir de allí sin dañarlas, sólo porque hacer daño a Mona sería destruir a Quinn y dañar a Rowan sería destruirme a mí.

-¡Yo te amaba!-grité furioso provocando que los espejos, cristales y jarrones de la estancia, como los de toda la casa explotaran cortando a las brujas con ellos.

No era un vampiro común, era el mejor de todos aunque fuese un pobre idiota... y ante todo un Lioncourt. Los Lioncourt jamás se rinden. Por mucho que pises a uno de ellos se levantan antes que el suelo le tome cariño. Me levanté tambaleándome para saltar por la ventana e intentar huir sanando a duras penas, pues no había consumido sangre en algo más de un mes.

-¡No se olviden que soy un Lioncourt! ¡Y nosotros nunca olvidamos!-grité a sabiendas que allá donde fuese ellas me perseguirían.

Nicolas apareció frente a mí comenzando a tocar las notas que únicamente tocaría un músico en un funeral. Sus cabellos estaban perfectamente peinados y el gabán que llevaba era sin duda uno que yo mismo le había comprado, el pañuelo rojo era de seda azul y lo había adquirido en París, así como las hebillas de sus botines eran claramente las que limpiaba con cuidado y cariño cuando era un mortal. Él era un hombre que se hundía en la oscuridad, pero yo era su luz. Recordé como mil veces besé su frente, sus cabellos, su mandíbula y sus labios rogando que tocara para mí y como él sonreía cansado levantándose para ofrecerme mi capricho. Durante unos segundos me vi en la habitación que compartimos y ninguna de las brujas estaba allí.

Me tiré por la ventana hiriéndome con los cristales, aunque tomé parte de la cortina para poder amortiguar los cortes. Nicolas me siguió alzándose por los aires, flotando en ellos, mientras yo me retorcía por el jardín deseando alzar el vuelo.

-¿Ves? Nadie te ama realmente... nadie- susurró sin mover sus labios soltando una temible e increíble carcajada.

-¡Hijo de puta!-grité intentando apartarme de él para lograr alzarme por los cielos.

Justo cuando creí que moriría arrastrándome por la nieve, cayendo de nuevo al suelo y alzándome para volver a caer, vi las telas rojas de la gabardina de Marius. Aquel imponente vampiro estaba allí, había venido a buscarme. Louis realmente lo había logrado. David le acompañaba impecable, con sus cabellos acomodados perfectamente y su gabardina caqui atada a la cintura. Las solapas estaban alzadas, sus botones bien acomodadas, y sus manos en los bolsillos. Mi maestro, si bien, tenía su abrigo abierto y dejaba ver el jersey negro con cuello de cisne.

-¡Lestat! -me acomodó en sus brazos mirándome con cierta preocupación, igual que si fuese mi padre-. ¡Pero qué te han hecho! -no dudó en morderse la muñeca y ofrecerme su sangre-. Bebe.

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Lestat de Lioncourt