Parte 10 - I - Rosas en la nieve
Salí al jardín escuchando los
jarrones estrellarse contra las baldosas, el parquet e incluso como
aporreaba el piano con furia. No me intimidaba aquella mujer
encerrada en cuerpo de niña, pues seguía siendo mi damita y pese a
saber que sólo estaba su alma allí con nosotros para hacernos
sufrir, pese a eso, no la creía capaz de dañar a otro que no fuese
a mí o a Louis.
Mael estaba allí con aquel individuo
alto, fuerte, firme y sosegado. Tenía una mirada limpia que me
perturbaba y un mentón muy masculino. Sus brazos rodeaban los
hombros de Mael mientras éste parecía estar situado frente a la
mansión observándola con suspicacia.
-Sesudo ¿a caso haces reforma
hoy?-preguntó con una ligera mueca sarcástica.
-Corremos peligro, pues incluso a ti
puedo decir que te aprecio a mi manera y todos los que aprecio corren
serio riesgo ésta noche- él guardó silencio, pero así su
compañero.
-¿Necesita ayuda?-su voz oscura me
provocó escalofríos, pero aquella sonrisa sincera me alivió.
-Sólo cuiden que Tarquin no salga de
su habitación, sólo eso.
Ambos asintieron caminando hacia el
interior, quizás quedándose en la estancia del gran hall o
posiblemente se sentarían cerca de la puerta del joven vampiro que
tanto apreciaba. No lo sé, porque realmente tampoco me dediqué a
investigar si realmente lo harían. Por un momento tuve fe en Mael y
en su acompañante, quizás debido a la desesperación.
Hubiese dado cualquier cosa por tener a
Khayman, Thorne, Las Gemelas y Jesse junto a nosotros. Si bien, ellos
habían decidido alejarse de los mortales y vivir una vida más
tranquila. Jesse seguía comunicándose con nosotros muy seguido. La
joven pelirroja era peligrosa por los conocimientos que albergaba,
pero sin duda no era la clase de peligros que podía dañarnos como
en esos momentos. También hubiese dado cualquier cosa, absolutamente
cualquier cosa, porque Merrick siguiese con nosotros.
Me alcé por los aires estirando mis
brazos y viajé lo más rápido que pude hasta donde se hallaba
Louis. Tenía miedo por encontrarlo lloroso y casi a punto de perder
la cordura. Nicolas rondaba siempre las habitaciones donde él se
hallaba, a veces susurraba en su oído palabras crueles y otras eran
sólo el murmullo de sus risas que criticaban cada uno de sus
discursos.
No quise decirle nada al llegar allí,
tan sólo lo tomé entre mis brazos y lo arrastré hasta la salida.
Pronto estaría el sol fuera y no era sensato estar allí. Me alcé
por los cielos con él pegado a mi pecho, envuelto en la sábana y
mantas que allí había podido ofrecerle, y con la mirada llena de
temores.
Mis labios no se movieron en todo el
camino, era como si no quisiese decir que había ocurrido en aquel
frío jardín. Pues, sabía bien que él no comprendería del todo
hasta que punto me afectaba la situación. No deseaba ser cruel ni
tener la mirada llena de odio. Mi mundo, el mundo que teníamos,
había vuelto a cambiar y tendríamos que ser más fuertes que nunca.
Al llegar noté como Mael y Avicus se
disipaban marchándose de la vivienda. Quizás deseaban deshacerse
del peligro o quizás iban a buscar ayuda, en esos momentos no me
pregunté el motivo y aún hoy no lo hago. Fuese cual fuese no me
importó, pues lo único importante realmente era que mi hermanito
seguía en la mansión a salvo.
Una vez en nuestra alcoba, cuando ya él
descansaba sobre la cama, confesé todo lo que me había callado.
Sentí que mi cuerpo se desmoronaba y desplomaba fuertemente contra
la chimenea. Pues, desde que supe que Rowan logró el milagro de
engendrar un hijo mío en sus entrañas, desde ese momento, me sentí
mucho más afortunado.
-Rowan se ha quedado a mi hijo... me ha
quitado a mi hijo. Todo por culpa de Mona.
Louis se había incorporado para verme
bien e incluso levantó su mano para tocarme el rostro, si bien sus
celos salieron a flote destellando con fuerza. Frunció el ceño y
torció los labios para escupir su veneno.
- ¿Te duele más incluso si yo te
hiciera lo mismo con el nuestro?
-Nadie ha dicho eso-respondí
sentándome frente al fuego, como la vez anterior que habíamos
discutido, intentando sacarme los cristales que estaban ahora
incrustados entre los músculos-. Si seguía con la boda todo se
acababa entre Rowan y yo, incluso me quitó el niño, esa fue su
presión. Pero también hay algo más, Mona ni siquiera ha mirado a
nuestro hermanito-me giré y lo miré serio intentando no hundirme-.
Me duele toda la situación. Me duelen tus celos, me duele que ella
crea que miento, me duele que Mona no entienda y me duele perder a un
hijo-hice un inciso para lograr énfasis en mis siguientes palabras
mientras sacaba un trozo de cristal bastante filoso-. Pero nadie me
dice que tengo que hacer... nadie.
-No sé que decir... -apartó su mirada
avergonzándose de su reacción sentándose en la cama porque parecía
que las piernas le temblaron-. Puedo decirte que no te quedes de
brazos cruzados y pelees por ese hijo... pero no sé que tan de temer
sean esas brujas -se levantó de la cama y se acercó sigilosamente
hasta mí. Cuando estuvo cerca, como a menos de un metro, notó
entonces las heridas de mis pies y se asustó. Pude ver la sorpresa
de su rostro notando las heridas en mis pies, se asustó pero supo
controlarse arrodillándose frente a mí y ayudarme a sacar los
cristales-. Lestat... -levantó la mirada hacia mí- temo más por
ti, por tu cordura y fuerza pues ésto te esta sobrepasando... -lamió
la sangre que vertían mis heridas para limpiarlas y espero a que
estas cerraran.
Guardé silencio mientras mis heridas
se reparaban y dejé escapar un par de lágrimas antes de girarme
hacia la leña. Avivé el fuego y apoyé mis brazos sobre mis
rodillas.
-No puedo hacer nada... Rowan es
demasiado fuerte y si me enfrento a ella también puede salir dañada.
Es la madre de mi hijo y no quiero que crezca sin una... tal vez el
niño termina teniendo suerte.
Deseaba pensar que aunque yo no
estuviese a su lado eso no importaba. Michael podía ser un buen
padre de mi hijo, pero no era yo. Por mucho que intentase pensar que
estaría mejor sin mí había mil argumentos en mi contra. Lestan era
tan sólo un bebé que a penas balbuceaba y que llenaba mis chaquetas
de sus pequeñas babas mientras tiraba de mi colgante predilecto.
El primer día que lo cargué recuerdo
haberme quedado embelesado ante sus ojos azules. Sus labios pequeños
y sus mejillas sonrosadas tenían una belleza sublime, reconocí la
nariz de mi madre y el aroma de la inocencia en sus ropas así como
la suavidad de Rowan en su pequeña piel. Deseaba cargarlo durante
horas conversando con él sobre temas que no comprendería hasta al
menos alcanzar los veinte años, sin embargo el sueño le venció y
parecía satisfecho por estar con su padre. Ella estaba fascinada por
mi comportamiento con el pequeño, la cual parecía cada vez mayor
alejándose de su juventud. Rowan en unos años parecería también
mi madre, no sólo la madre de nuestro hijo. Ella no sería eterna,
pero no quería torturarla con el Don Oscuro. Deseaba ser mortal,
tener una vida digna y plena. Nuestro hijo había nacido con cierta
sensibilidad a la luz, pero podía caminar bajo el sol no como yo, y
en lo restante era un brujo con cierto potencial y nada más.
Louis escuchó en silencio mis palabras
y pude sentir que algo se quebró en él, se puso de pie y besó mi
frente inclinándose levemente hacia mí.
- Tal vez no sea lo mismo pero aunque
lo haya dicho movido por la ira, y el dolor, jamás te quitaré a
nuestro hijo ni el derecho de verlo -se alejó casi arrastrando los
pies. Él no soportaba verme de esa forma y no quería que lo viese
derrumbarse de nuevo- ¿Por qué no intentas descansar?
-Quinn está hecho polvo por mi culpa,
no veré a mi hijo por mi culpa y tú has sufrido por mi culpa... tal
vez Nicolas tiene razón y debí ser yo quien muriese en una
hoguera-era lo que solía escuchar entre los quejidos de los
violines.
Nicolas se alzaba retumbando en cada
muro de la vivienda, resonaba en las vigas de madera y bailoteaba
sobre el fuego, para terminar susurrando en mis oídos las palabras
más crueles que pudiesen ofrecerse. Estaba perturbado, lo sabía, y
por ello jamás hacía caso a sus intentos por verme muerto. Él
quería que regresara a su lado, me hundiera en la eternidad de una
forma distinta, y finalmente llorara como un maldito idiota.
Louis no tardó demasiado en regresar
corriendo hacia mí, abrazándome y besándome de forma frenética.
Sin embargo, acabó agarrándome de las solapas de la camisa mal
colocada que aún llevaba y tiró de mí alzándome para que lo viera
a los ojos.
-¡No vuelvas a decir eso! ¡Qué si me
haces daño, no es nada que no pueda sanar! ¡Tírame, engáñame,
rómpeme y haz lo que quieras y aquí seguiré! ¡Pero tú no te
derrumbes, no es el fin del mundo ni estás solo!
-¡Louis me odian muchas personas que
creí que me amaban!-grité deshaciéndose de su agarre-. He perdido
un hijo y a saber si el nuestro no está en peligro- no deseaba
decirle la verdad, pero parecía no entenderla. Me incorporé y lo
abracé acariciando sus cabellos-. Habrá que traer a la mujer a
casa, atenderlas nosotros mismos y vigilar... quizás tenga que
llamar a David y Marius para que queden permanentemente con nosotros.
Necesitamos ayuda.
David era imposible de localizar en
ocasiones, pero al menos las nuevas tecnologías habían logrado que
ambos pudiésemos cartearnos por correo electrónico gracias a
Internet instalado en nuestra telefonía móvil. Marius era más
extraño, pero siempre podía buscarlo con el don de la mente aunque
en ocasiones rondaba New Orleans con la excusa que su pupilo estaba
con nosotros.
-Mon cher... -se mordió el labio
inferior antes de hablar-. Renuncio a la boda...-su voz pendía de un
hilo muy fino. Parecía que iba a romper en un llanto amargo-. No
puedo pretender ser feliz si estás sufriendo por ésto. Además es
sólo un capricho, no quiero que por ese capricho te quiten a tu
hijo...-realmente no era un capricho ni para él ni para mí, aunque
lo mío era más mi orgullo aplastado que una muestra de afecto.
Aquello que en un principio surgió como un deseo de demostrar cuánto
le amaba terminó por ser algo por lo cual no rendirme-. Tú mismo me
lo has dicho muchas veces y es una tontería -una lágrima rodó por
su mejilla apartándose para ir a la pequeña mesilla que usábamos
para el correo convencional.
Allí solíamos sentarnos a narrar
nuestras aventuras, y desventuras, mientras la noche se volvía más
intensa. Se sentó en la silla y se aproximó bien a la mesa. Intentó
tomar la pose más cómoda para algo que sería incómodo, doloroso y
triste. Sus lágrimas no dejaban de brotar mientras tomaba un folio
del primer cajón junto a un sobre. Allí, con cuidado, comenzó a
escribir a toda velocidad para luego morderse el pulgar de la diestra
y colocar su huella a modo de sello. Dobló la hoja cuando acabó, la
metió dentro del sobre y me la entregó con el ceño ligeramente
fruncido.
-Ten, llévalo con Rowan... tal vez
ésto ayude a que puedas ver al niño.
Él había deseado aquello desde hacía
muchos años. Siempre había dejado claro que quería una relación
estable y segura, algo que le dijera que era cierto que estaría a su
lado. Si bien, cerré únicamente los ojos unos instantes y me
levanté para abrazarlo.
-Louis... no es lo que deseas-dije en
murmullos secando sus lágrimas-. Tú no deseas eso, tú quieres
casarte y he comprendido que jamás te he dado algo que realmente
desearas.
-No importan ya mis deseos -hizo un
esfuerzo por sonreír-. Mon cher lleva esta carta, en ella renuncio a
nuestra boda y puse mi sangre para que sea verídica. Ve... no deseo
verte así, ve.
-Eso no cambiará nada Louis- respondí
serio mirando el sobre-. Es Mona la que desea tener algo conmigo y
por ello se lo ha contado a Rowan. Ellas pueden hacer lo que deseen
pero intentan controlarme, controlarte y a la vez hundir todo lo que
queremos. Mira como está Quinn... sólo mira como lo ha dejado -lo
tomé por los brazos y miré fijamente a sus ojos-. Iré a ver a
Mona, tal vez pueda convencerla de algún modo... cuida a Quinn e
intenta contactar con David y que éste a su vez busque a Marius.
Quizás necesitemos de algunos inmortales más, como mi madre, pero
de momento creo que con los consejos de ambos podremos idear algún
plan para mostrar que la culpable es Mona- esperaba que él
entendiese que esperaba hacer, si bien, tan sólo teníamos tres
horas para conseguir detener aquella locura-. Siempre consigue lo que
quiere y ya estoy harto.
-D'accord -respondió no muy
convencido-. Me quedaré con Quinn y haré lo demás -se apartó
lentamente-. Ten cuidado -nuevamente la angustia volvía a invadirlo
y podía ver en sus ojos ese temor que le asfixiaba.
Tomé a Louis del brazo para llevarlo
junto a nuestro hermanito, el cual se hallaba recostado en la cama en
la misma posición en la cual lo dejé. Sus enormes ojos azules
tenían un deje lastimero que me taladraba el alma. Mi corazón se
conmovía y deseaba que ese ser destrozado volviese a la vida.
Louis entró en la habitación dando
grandes zancadas y se acomodó en la cama mirándolo con la misma
ternura que usaría una madre. Sus manos temblaban al verlo y él
parecía no reconocerlo, más bien parecía sumergido en sus
pensamientos.
- Oh, Quinn... -le acarició los
cabellos de forma fraternal, casi como una madre preocupada por su
hijo.
Mientras él se conmovía yo puse en
marcha el plan. Me alejé de la habitación para conversar con la
mujer que llevaba a nuestro hijo en su vientre. Expuse mi
preocupación, así como le comenté que había ciertas personas que
deseaban dañar todo lo que amaba. Rogué que viniese a nuestro
hogar, nosotros la atenderíamos en todo momento y también
procuraríamos que nada le pasase. Tras convencerla mandé varios
mensajes a unos amigos inmortales, eran muchachos que a penas tenían
una década con nosotros en éste camino a veces tortuoso. Expliqué
rápidamente lo ocurrido y aceptaron ser los guardianes de Rose, la
mujer en cuestión, y de mi hijo.
Suspiré pesado mientras caminaba de un
lado a otro por el pasillo y cuando miré hacia la puerta vi a Louis
allí sumergido en preocupaciones.
-En unas horas vendrá la madre de
nuestro hijo, la custodia desde hace varias semanas un par de
vampiros jóvenes que conocí hace más de tres años. Ellos son muy
similares a nuestro amigo, muy leales y agradables -aunque ellos no
tenían tanto dinero como nuestro acompañante, sólo eran pobres
diablos que buscaban tener algo de sabiduría y dinero -. Vendrán
con ella, déjales pasar y ofrece algún lugar para que descansen...
ella no sabe lo que somos, piensa que únicamente somos
fotofóbicos... ni sé como ha creído tal cosa - me apartó para
dirigirme al aseo, necesitaba darme una ducha, vestirme correctamente
e ir donde estaba Mona para encararla.
Las tres horas se redujeron a dos de
forma drástica. Fue bastante complejo deshacerme de todo lo que
tenía encima, pues el barro además de la sangre reseca se añadía
el sudor de la noche pasada. Cuando salí lo hice con uno de mis
mejores trajes y a una velocidad que podía ser pasmosa. La mansión
no estaba muy lejos, casi podía verse si me alzaba bastante en el
jardín.
Mona se encontraba en la casa Mayfair
junto a sus tíos, además de Lestan que parecía desconocer qué
ocurría. Pude sentir su presencia en el piso superior, muy
posiblemente dormido en su pequeña cuna de madera rodeado de
peluches y almohadones. Mona estaba abajo, junto a Michael, sentada
en uno de los sofá de cuero, pero noté que Rowan estaba intranquila
caminando por la habitación apretando sus manos.
En mi llegada pude notar que Michael se
levantaba y rogaba a su esposa que se calmase. Pude escuchar sus
suaves palabras apelando a su raciocinio. Si bien, ella se construía
y destruía constantemente.
Vestía uno de mis impecables trajes de
diseñador, poseía un corte moderno pero a la vez clásico. Iba sin
corbata y con camisa de seda negra. El traje era blanco impecable y
realzaba mi moreno a causa del sol que una vez bañó mi cuerpo, aún
poseía ese tostado que me hacía parecer un joven surfista. Mis
cabellos dorados estaban peinados, pero si bien aún parecía más la
melena de un león. Llamé a casa de los Mayfair con la carta de
Louis, la entregaría pero no estaba dispuesto a dar mi brazo a
torcer. Cerró bien mi mente y puse mi rostro más enigmático, serio
y ceñudo esperando que abrieran.
-¡Abran!-grité-. ¡Quiero ver a
Mona!-volví a golpear la puerta que no derrumbé por cortesía.
Rowan fumaba. Detestaba que fumase
porque daba el pecho al niño. Había dejado de fumar mucho antes de
saber que estaba embarazada, lo hizo porque se sentía plena y feliz
a mi lado, si bien aquella noche la vi con un cigarro en sus labios.
Michael la dejó ir de entre sus brazos mientras ella apagaba el
cigarro en un cenicero cercano.
-Ve arriba con el niño, Michael- besó
a su esposo, el cual obedeció de inmediato e intercambió un par de
miradas con Mona.
Miraba a todos desde la puerta de
cristal transparente. Ellas me veían y seguramente sabían que
estaba dispuesto a todo. Se aproximaron a la puerta de la entrada,
para luego ver como Rowan se adelantaba a abrir la puerta.
-Por favor, pasa- respondió fríamente
dejando a Mona ocultarse entre las sombras de la casa.
Entré dentro entregando el sobre a
Rowan y la miré fijamente. Quería ver a la mujer que amaba, no a la
bruja que detestaba. Ella nunca fue brusca conmigo en ese modo, me
hería verla así conmigo.
-Espero que ésto te haga feliz, pues
al menos que alguien lo sea ¿no es así? Aún así siempre me
dijeron que el amor significaba ver feliz a la otra persona y no
hacerlo un desdichado... felicidades.
Sostuvo el sobre entre sus manos sin
abrirlo, parecía no querer ver su contenido de momento. Con un
ademán me hizo que la siguiera, pero aún así me pidió que la
acompañara y lo hizo con la voz tomada por el dolor y la frialdad.
-Por favor acompañame, este no es
lugar para hablar -volteó lentamente sobre su mismo eje caminando
por el pasillo en penumbras hasta la biblioteca, situándose en el
que fuera el escritorio de Julien décadas atrás-. Por favor, toma
asiento -señalizó con la diestra hacia una de las sillas en el
escritorio-. Espero no te importe las penumbras, la casa Mayfair se
aprecia mejor así -se sentó en aquella silla.
Era una silla hermosa, tenía unos
detalles increíbles y me hubiese gustado acariciarlos de no estar en
plena crisis. Bajo sus pies había una hermosa alfombra que parecía
persa, pero no estaba seguro, y estaba a juego con las cortinas. El
escritorio estaba recogido, pero había un abrecartas que parecía
dispuesto a usarse. Un inmenso retrato de Julien Mayfair presidía la
sala, el cual parecía vigilar desde allí.
-Adelante, te escucho.
-Louis ha decidido rechazar nuestro
compromiso, pues sabe que no deseo ser infeliz. Si me quitas el poder
ver a ese hijo lo seré, aunque tenga uno con Louis no quita que
quiera a Lestan- dije cruzando las piernas de forma masculina,
mientras se acomodaba de forma cómoda, observándola sin pestañear-.
Louis hace ésto por mí, aunque yo no estoy de acuerdo. Él ha
sufrido durante años y pensé que hacerle feliz no iba a causar
éstos problemas. Las bodas siguen sin agradarme, pero quería
recompensar a mi amante desde hacía siglos con algo que siempre
deseó. Él sabe que siempre seré un conquistador, un hombre dado a
tener otros amantes y ciertos cortejos que me hacen feliz, libre y
sobre todo me ofrecen placer... él me ama aún así y nunca me ha
rogado nada -la miraba a los ojos sin perder detalle de éstos
mientras hablaba-. Eso no quita que te quiera, que quiera a nuestro
hijo y que sea verdad todo lo que he dicho éstos años. Tampoco
quita mi falta, si bien Mona me engañó diciéndome que Louis me era
infiel, provocando constantemente hasta que cedí y cuando decidí
que estaba mal por Louis, por Quinn, por ti y por mí decidió que
debía vengarse -solté un hondo suspiro y dejé que una lágrima se
escapara pese a querer parecer entero-. Maldita sea... ¿a caso me
crees tan ruin para dañarte a propósito? Soy un ser impulsivo
demonios... pero jamás te haría daño a posta.
Observó en silencio mis facciones y
escuchó con atención todo lo que decía. Tomó el puñal, el cual
era un elegante abrecartas, y lo esgrimió para abrir el sobre
sacando el contenido. Leyó brevemente las líneas de trazo rápido,
pero elegante, que Louis le obsequió y después cerró ésta
dejándola sobre la mesa.
-Estoy embarazada -rompió el silencio
que reinaba provocando que mi corazón latiera aceleradamente-. Lo
confirme ésta mañana, nuevamente es tuyo, sin embargo no pido que
te hagas cargo ni de Lestan ni él. Pueden vivir solamente de los
intereses del legado Mayfair o si lo prefiero de la fortuna dejada
por Ash, a su vez lamento la triste noticia acerca de vuestro
desenlace trágico hasta cierto punto. Cabe aclarar que Mona es así,
siempre lo ha sido. Se inmiscuyó en mi matrimonio, no la culpo por
ello pues me ausente por razones de fuerza mayor. Pero la cuestión
aquí es ¿qué deseas que haga con ello? ¿Darle solución? Dime por
favor, que ésto me tiene ahora sumamente preocupada -su expresión
fría hasta ahora se había transformado en una mezcla de tristeza y
dolor la cual se veía claramente a través de sus orbes grises. Si
bien, no era lo único. La expresión de sus labios al hablar era
también melancólicos.
-Necesito que la metas en razón, lo
necesito- respondí aún abrumado-. No quiero nada serio con ella,
absolutamente nada. Yo estaba bien teniéndote tan sólo a ti y a
Louis. Estaba bien soportando los celos de ambos y mis conquistas sin
ir más allá de varias palabras ardientes. ¡Estaba bien!-grité
moviendo mis cabellos dorados cuando me moví con furia-. Estaba bien
sintiendo que al menos estaba realizando lo correcto... tienes a
Michael que te cuida, algo que no puedo hacer porque no sé como
hacerlo contigo, y nos veíamos cuando podíamos. Estaba bien viendo
a nuestro hijo y me hace sentir orgulloso que vayamos a tener otro...
pero demonios... demonios Rowan... mi hermanito se está apagando por
culpa de esa niña estúpida, ha roto lo que tanto amaba y tanta
seguridad me daba... ¿por qué? ¿eso la hace feliz? Maldita sea
Rowan... sólo quiero mi vida de antes- lo último fue un ruego.
-Oh Lestat yo... -se levantó de la
silla llevando ambas manos a su pecho-. No pensé que Mona llegase a
tanto... -respondió con tristeza frágil y vulnerable ante mí-.
Ahora temo por mí y Michael...
-¿Qué quiere de mí?-pregunté
incorporándome para tomarla por la cintura pues sentía que podía
desfallecer-. ¿Por qué hace todo ésto? ¿Qué puedo hacer para que
pare? Dime, Rowan- ella se acurrucó en el hueco que mis brazos
formaban y dejó que me estremeciera.
-Lestat...-susurró suavemente con
aquel timbre confidencial entre ambos.
Acaricié sus cabellos con ternura y
desesperación. Temía que perdiera lo que llevaba en su vientre y
también que mi hijo sufriera. Debía volver a ponerme el traje de
héroe, luchar contra Mona y sus estúpidos deseos, porque ellos me
necesitaban.
-Dime que quiere esa maldita
desgraciada... dime que quiere.
Se apartó de mí con suavidad
observándome mientras Mona se situaba detrás. No me había
percatado de ella porque parecía tan hermosa, tan débil, tan mía y
sobre todo tan ella. Quería desnudar sus hombros y besarlos, del
mismo modo que sus párpados y mejillas.
-Mona es una Mayfair- sentenció- Y
como una Mayfair debemos protegernos entre nosotros, somos un clan
querido sin embargo no siempre se puede salir bien librados -susurró
contra mis labios tomando aquella daga con la que abrió el sobre. No
comprendía que quería decir, pero deseaba besarla y retenerla de
nuevo entre mis brazos. Moría por tener su peso contra mi cuerpo y
llevarla lejos de todo lo que sucedía en esa casa. Mía, únicamente
mía. Era mi dulce Rowan. Mi mano derecha se alzó apartando el
mechón rubio que caía sobre su rostro. Se había dejado el cabello
largo y cada vez lo tenía más hermoso. Siempre me pareció una
mujer francamente fascinante.
-No nacimos humanos.. -susurró Mona
asestando una puñalada en mi espalda que me hizo chillar.
-Nacimos Mayfair- respondió Rowan
haciendo lo mismo, clavando aquella daga en su corazón apartándose
de mí con suavidad-. Y como tales debemos protegernos sin importar
nada... -respondió observando lo que había hecho. Mi fino traje
blanco se había teñido por un rojo intenso, parecía como si las
rosas más sublimes surgieran de mi pecho-. Perdona Lestat te amo,
sin embargo estoy cansada de ser tú última opción...
Jamás pensé que Rowan pudiese ser
así, un terrible dolor embargó mi pecho y no fue únicamente por
las dagas. Creí en ella hasta el final, inclusive estuve a punto de
rogar que huyera antes que Mona hiciese algo más. Caí al suelo
escupiendo sangre intentando huir de allí sin dañarlas, sólo
porque hacer daño a Mona sería destruir a Quinn y dañar a Rowan
sería destruirme a mí.
-¡Yo te amaba!-grité furioso
provocando que los espejos, cristales y jarrones de la estancia, como
los de toda la casa explotaran cortando a las brujas con ellos.
No era un vampiro común, era el mejor
de todos aunque fuese un pobre idiota... y ante todo un Lioncourt.
Los Lioncourt jamás se rinden. Por mucho que pises a uno de ellos se
levantan antes que el suelo le tome cariño. Me levanté
tambaleándome para saltar por la ventana e intentar huir sanando a
duras penas, pues no había consumido sangre en algo más de un mes.
-¡No se olviden que soy un Lioncourt!
¡Y nosotros nunca olvidamos!-grité a sabiendas que allá donde
fuese ellas me perseguirían.
Nicolas apareció frente a mí
comenzando a tocar las notas que únicamente tocaría un músico en
un funeral. Sus cabellos estaban perfectamente peinados y el gabán
que llevaba era sin duda uno que yo mismo le había comprado, el
pañuelo rojo era de seda azul y lo había adquirido en París, así
como las hebillas de sus botines eran claramente las que limpiaba con
cuidado y cariño cuando era un mortal. Él era un hombre que se
hundía en la oscuridad, pero yo era su luz. Recordé como mil veces
besé su frente, sus cabellos, su mandíbula y sus labios rogando que
tocara para mí y como él sonreía cansado levantándose para
ofrecerme mi capricho. Durante unos segundos me vi en la habitación
que compartimos y ninguna de las brujas estaba allí.
Me tiré por la ventana hiriéndome con
los cristales, aunque tomé parte de la cortina para poder amortiguar
los cortes. Nicolas me siguió alzándose por los aires, flotando en
ellos, mientras yo me retorcía por el jardín deseando alzar el
vuelo.
-¿Ves? Nadie te ama realmente...
nadie- susurró sin mover sus labios soltando una temible e increíble
carcajada.
-¡Hijo de puta!-grité intentando
apartarme de él para lograr alzarme por los cielos.
Justo cuando creí que moriría
arrastrándome por la nieve, cayendo de nuevo al suelo y alzándome
para volver a caer, vi las telas rojas de la gabardina de Marius.
Aquel imponente vampiro estaba allí, había venido a buscarme. Louis
realmente lo había logrado. David le acompañaba impecable, con sus
cabellos acomodados perfectamente y su gabardina caqui atada a la
cintura. Las solapas estaban alzadas, sus botones bien acomodadas, y
sus manos en los bolsillos. Mi maestro, si bien, tenía su abrigo
abierto y dejaba ver el jersey negro con cuello de cisne.
-¡Lestat! -me acomodó en sus brazos
mirándome con cierta preocupación, igual que si fuese mi padre-.
¡Pero qué te han hecho! -no dudó en morderse la muñeca y
ofrecerme su sangre-. Bebe.
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