Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

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jueves, 4 de diciembre de 2014

Salvaje

Mael estuvo escribiendo ciertas cosas, las ha unido y ha hecho algo especial. Creo que sólo quiere comunicar que lo dejen en paz. 

Lestat de Lioncourt


Yo sólo quería ser libre, estar lejos del bien y del mal, huir de las reglas y sobrevivir. Quería sentirme parte del viento, la tierra, el agua... Deseaba ser parte algo y a la vez poder escapar de mis cadenas. Aprendí a ser salvaje. Comprendí que debía hundirme en la naturaleza. Me despojé de cualquier sentimiento humano que me alejara de la verdad y el sabor cuasi divino de la sangre. Me convertí en un animal salvaje. Me comuniqué con mi lado inhumano. Fortalecí los lazos con la sed. Dejé que mis ojos se convirtieran en una mínima parte de mis sentidos. Hundí mis manos en el lodo, dejé que la tierra ensuciara mis prendas. Permití que mis pies quedaran desnudos de mis botas. Me arrastré como si fuese un gusano por entre los altos y frondosos árboles.

Soy el vampiro que sigue viviendo en los bosques y que camina por las calles con la mirada perdida. He vuelto a mi estado original. Comprendí que debía volver a casa. Y mi casa no es un ataúd de cemento, hierro y asfalto. No nací en las grandes metrópolis donde el aire está contaminado y mueren lentamente, como luciérnagas en un frasco, cientos de almas. Vi el sol. Una esfera caliente que no recordaba ya. Sentí el dolor sobre mi piel. Caí al suelo. Soporté el dolor. Muchos gritaron. Las llamas cubrían lo que eran mis ropas. Grité. Creí que iba a morir, pero sobreviví. Ahora me mantengo oculto. Mi piel ha tomado un color dorado, mis ojos parecen más fríos y ya no queda creencia alguna en mi corazón salvo mis recuerdos. Recuerdos que mantienen la cordura de mi mente, libre de cualquier mal. He sobrevivido, pero no quiero volver a ustedes. No quiero ser preso de vuestras promesas vacías, de vuestros falsos abrazos y de una verdad carente de sentido. No voy ser uno de vuestros afamados dioses. Detesto la religión materialista que muchos encuentran en los objetos cotidianos. Yo no soy cotidiano. No soy un trozo de papel escrito que puede venderse como único o mágico. La era de la magia acabó con los Dioses de los Árboles. El último vestigio era Akasha y ella terminó sin cerebro, corazón y vida. La razón es una moda social. He vuelto a mis orígenes. No quiero que nadie me toque, converse conmigo o me diga que me ama. No quiero palabras vacías que no puedan sostener el complejo castillo de naipes en el que me he convertido.

He vuelto a ser el animal salvaje que siempre fui. Ese lobo que corre entre los frondosos bosques nevados. El mismo que aúlla su sed de sangre mientras la víctima jadea presa del miedo.

Ella ha muerto. La mujer que amé durante siglos ha muerto. Murió presa del dolor. Se dejó arrastrar por la voz que emanaba de su interior y atenazaba su espíritu. ¿Qué más da lo demás? Dios no acudió a mí. No acudió a nadie. ¿Qué importa si era el Demonio quien conversó con Lestat? Ya no interesa los viejos cuentos, las leyes impulsadas por Marius como emblema de Paxt Romana o las eternas discusiones entre los discípulos y los genios. ¡No me importa! Yo sólo deseo sentirme libre. Quiero comunicarme con la oscuridad y hundirme en lagos de sangre. Ni siquiera me interesa las palabras vacías llenas de promesas rotas de Avicus. No quiero nada. Sólo quiero mi libertad.


Si me encuentras, recuerda que estoy muerto para el mundo. Por eso, "amigo mío", tú te llevarás el secreto a la tumba.

miércoles, 30 de abril de 2014

La leyenda

Mael nos comparte sus sentimientos juveniles ¿no es un primor? Bien que se pelea luego con Marius pareciendo ambos un dúo de idiotas. 

Lestat de Lioncourt 

El frío se colaba dentro de mi ropa y se agarraba a mis huesos provocando que mis dientes castañetearan. Tenía quince años y se suponía que ya era todo un hombre. Habíamos decidido salir a cazar antes del amanecer. La noche, o más bien su sonido, aún era presente y la oscuridad era terrible. Las antorchas fulguraban y se podía ver la aldea a lo lejos, o más bien las pequeñas hogueras que aún estaban encendidas. Nuestro paso era lento, pero preciso. No queríamos alertar demasiado a las grandes piezas y pronto llegaríamos al lugar apropiado para disponernos a cazar algunos ciervos, conejos y aves diversas.

—Hoy te harás todo un hombre, sobrino—dijo mi tío apoyando su mano en mi hombro—. Hoy pienso dejarte la pieza más grande ¿llevas bastantes flechas?

—Sí, claro—respondí con orgullo, aunque meditaba sobre lo que había escuchado de sus propios labios.

En lo profundo del bosque, allá donde la oscuridad parece reinar durante todo el día, se alzan enormes árboles de grueso tronco retorcido. Dentro de ellos se pueden escuchar murmullos, lamentos y salmos. Quienes están dentro son los espíritus de los árboles, el bosque en sí, y se les llama dioses. Estos seres vivían gracias a la sangre que tomaban de los sacrificios que se les ofrecía para que bendijeran expediciones de guerra, siembras, caza o simplemente una boda de alguien importante para los nuestros.

Me había impresionado tanto la historia que decidí memorizarla. Podía tararear bajo una canción que acompañaba a la leyenda y que me dejaba atónito. Era imposible de sospechar para mí, en aquella época en la cual era tan sólo un joven más, que me vería envuelto en la magia oscura y terrible de nuestros rituales.


Míralos, sus ramas se alzan igual que sus raíces.
No somos árboles, pero tenemos contacto profundo con la tierra.
La sangre baña nuestros labios y nos enloquece.
Curaremos del mundo sus terribles cicatrices.
Dioses de los árboles, dormidos y en silencio.
Dioses de los árboles...

—¡Mael! ¡Muévete muchacho! ¡Te estás rezagando!—escuché a mi tío decirme a lo lejos mientras agitaba la antorcha.


Rápidamente corrí hacia donde estaban y me puse a su altura. Sin embargo en mi mente seguía rememorando las frases que habían calado tan hondo en mí. Me juré proteger a esos seres y conocerlos, amarlos y respetarlos. Parece una locura, pero ahora soy uno de ellos aunque no vivo encerrado en un árbol padeciendo abstinencia de sangre.  

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt