Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 7 de marzo de 2013

Lo imposible - Parte 9 - I


Parte 9 - I
No te metas con un Mayfair



Aquella noche tan sólo había empezado, sabía que Mona regresaría pero no que ocurriría las desgracias que sucedieron. Louis descansaba al fin a mi lado acariciando mi pecho, mis brazos lo rodeaban y mi mente se sumergía en sueños agradables de viajes alocados buscando tan sólo placer y ambicionando diversión.

Soñaba con la hermosa Toscana. Las casas vestidas de blanco, y otras de muros de piedra, iluminadas con pequeñas bombillas en porches y azoteas cubiertas por mesas con manteles resplandecientes, pequeñas viandas y vino de la tierra. Cuestas eternas y bajadas agradables que provocan que el camino sea serpenteante hasta los viñedos tan increíbles de la zona. El mar cerca bramando con aguas nocturnas que durante el día son traslúcidas y dejan ver la arena fina y dorada.

Sentí una presencia que se adentraba en la habitación, y su aroma dulzón me hizo apretar con desesperación a Louis. Sabía que era Mona y esperaba que hiciese su berrinche para responder sus lloros, si bien sus pasos se alejaron rápidamente hasta el pasillo.

Abrí los ojos girando mi rostro hacia el sobre que ella había depositado. Me incorporé acomodando a Louis sobre mi almohada, pues no quería que despertase. Él estaba agotado aunque parecía sumamente feliz. El anillo resplandecía en su mano y parecía que iluminaba su rostro.

Tomé el sobre y lo rajé por un canto gracias a mis largas y afiladas uñas. Mis ojos se deslizaron por las líneas de una nota que rápidamente cayó sobre mi pecho. La letra era de ella, pero eso ya lo sabía debido al perfume que desprendía su cuerpo y también a la presencia que se sentía en el piso inferior.

“Jefecito hermoso y primoroso... no te cases por favor.
Con cariño, Mona.”

Dentro del sobre había una fotografía de ella desnuda sobre su cama. Recordé entonces el error que cometí, aunque fue placentero navegar dentro de ella sintiendo el calor de sus muslos apretándome. Sus manos recorrían su cintura, caderas y largas piernas. Pero no podía olvidar tampoco el dolor que me transmitía Louis, así como tampoco podía dejar de pensar en el dolor que estaba causando a Tarquin.

Bajé rápidamente de la cama y corrí escaleras abajo para hablar con ella. Debía explicarle que todo fue un error, que ambos teníamos mucho más que perder y que ganar... necesitaba pedir perdón por no detenerla ya que había arruinado ambos matrimonios por una calentura.

La hallé en uno de los salones vestida con un simple vestido azul pavo real, el cual se hallaba con la espalda totalmente abierto, poseía una falda de vuelo con un lazo a un lado en un tono levemente más oscuro y un escote bastante sugerente. Sus cabellos estaban sueltos y llenos de lazos, como la describió mi hermanito una vez, sus labios tenían un cálido labial rojizo y sus mejillas tenían reflejos ocres que resaltaban sus facciones finas. Tenía maquillaje también en los párpados y las pestañas, tan pobladas como siempre, pintadas y rizadas hacia arriba. Era hermosa, realmente cualquier hombre se volvería loco deseando palpar bajo sus faldas.

Me armé de valor tomando con firmeza entre mis dedos su nota y la imagen. Ella se giró suavemente con una tímida sonrisa, la cual resultó terriblemente seductora. Cualquier hombre se habría arrojado a besar sus pies, acariciar sus frágiles tobillos para acto seguido arrojarla a uno de los sofá de tres piezas, levantar sus falsas y bajar su ropa interior hundiendo su lengua en su sexo. Cualquier hombre habría sucumbido y yo tuve que hacer memoria de porque quería echarla de mi vida, de las lágrimas de Louis y de nuestro futuro. Pero sin duda, dudaba hacerlo cuando parecía sacada de un cuadro renacentista hecho para perturbar a cualquier hombre.
Quedé frente a ella tragando saliva y esperando que no se tomara a mal mis acciones. Pensé en Tarquin, el cual estaría posiblemente llorando amargamente. Mi estúpido y pobre hermano, ¿qué hice? Creé un monstruo como consorte.

Con rabia y el ceño fruncido rompí en mil cachitos su fotografía, la nota y seguramente sus sueños. Acto seguido tiré todo aquel confeti a sobre ambos algo airado.

-Haré lo que quiera, ¿entiendes? Tú no puedes impedirme nada. Sólo eres una niña encaprichada porque no te dan el sexo que quieres. ¿Sabes qué? Compra un libro a Quinn para que aprenda a darte ese sexo brusco que tanto ansías... pero a mí déjame en paz Mona. No quiero problemas de momento con Louis.

Pensé que debía ser estricto para hacerme entender, pues era así como a veces entendía. Era una niña que quería jugar con mi bragueta y yo era un hombre que en esos instantes quería tenerla subida.

-¿Como te atreves! -le propino una fuerte bofetada indignada por tal acción- ¡Tú no puedes casarte, idiota!

-¿Y quién lo dice?-preguntó furioso en un murmullo añadido siseante-. ¿No te casaste tú? ¿Por qué yo no tengo ese derecho? Vete a la mierda Mona- repliqué propinándole una fuerte bofetada-. Pobre Quinn... y pensar que estará llorando ¿a caso no te da pena? A mí me han entrado miles de remordimientos.

-Eres realmente un maldito idiota. ¡El mayor de todos los idiotas!-exclamó llevándose la mano derecha a la boca mientras le temblaba. Ahí reconocí a la niña que estreché entre mis brazos, la muchacha que quería que la amaran por siempre y ser Inmortal. Una niña que había vivido encerrada en un mundo donde todo se le negaba y todo se le ofrecía. La caprichosa, la necesitada y la dulce- pero si fuese Rowan no pensarías dos veces- prosiguió dando un leve suspiro- en ir con esa frígida zorra mal trecha -gruño furiosa apretando sus puños-. Pero no pensaste en ello esa noche ¿verdad? -sonrió perversa llevando su mano derecha a mi torso, el cual estaba desnudo. Después de haber estado con Louis en la bañera tan sólo logré ponerme el pantalón pensando en el servicio, el cual haría ronda para asegurarse que estuviésemos protegidos del sol-. Espero no descubra Louis lo nuestro, sería una lástima ¿no crees?

-No hay nada nuestro Mona-dije mostrando los dientes con una expresión fiera-. Louis sabe, ¿o crees que puedo ocultar algo así? Y aún así me ama y se ha quedado a mi lado.

-¿Sabe?-enmarcando su finísima ceja derecha-. Bien, entonces alguien deberá saber que te casas- se acercó apresurada el teléfono inalámbrico que poseíamos y apurada marcó- ¿Dolly Jean? Hola... ¿cómo estás? Soy Mona- una sonrisa de zorra pretenciosa se formuló en sus labios y yo ardía de ira- Oye una pregunta ¿Rowan está en casa?-me miró observándome con el rabillo del ojo paseándose cual chica que hace la calle. Sus tacones altos golpearon con fuerza el parquet y a mí me hirvió la sangre- ¿Serías tan amable de comunicarme con ella? Es de suma importancia.

No podía creer que me hiciese esa jugarreta. Yo mismo quería decirle la verdad a mi amante, hundirme en sus pechos y besarlos mientras la preparaba para la dura y fría verdad. Si bien, no pensaba dejarla a un lado. Ella seguiría siendo mía, del mismo modo que era de Michael.

Me moví rápidamente y le quité el teléfono estrellándolo contra el suelo. Miles de trozos de la carcasa, chips y tornillos se alzaron hacia el techo rebotando contra las paredes y muebles cercanos. La miré como un animal enfurecido y estuve por quebrar todos sus huesos.
-¿Con quién crees que juegas?-pregunté agarrándola de ambos brazos-. Mona, deja de jugar... ¡déjame en paz!

Con tanto alboroto Louis acabó por bajar y unirse a nuestro encuentro. Allí en la suave penumbra de la habitación todo se podía malinterpretar. Él sólo llevaba la sábana blanca envolviendo su cuerpo, que aunque masculino tenía un toque sensual muy digno de una hembra. Sus cabellos estaban algo revueltos y aún algo húmedos.

-Lestat ¿qué hace esa zorra aquí? -se aceró a mí rubio mirándome entre dolido y enojado.

-¿Crees que te libraras con facilidad de mi verdad? -sonrió una vez mas dando gala de su perversidad Mayfair-. Seré tú peor pesadilla Lestat, no por nada soy descendiente de Julien -me observo fieramente deshaciendo mi agarre-. Se feliz mientras puedas jefecito -sonrió enfatizando las últimas palabras, saliendo de la habitación mostrándose altiva siendo sus tacones él único sonido que se escuchaba por el lugar dirigiéndose a la salida aporreando con toda su fuerza la puerta. Ésta vibró y como si fuese cruzada por un relámpago todos los cristales, los cuales eran un hermoso mosaico de colores, estallaron-. ¡Lo siento! ¡Creo que se me fue la mano!-soltando una fuerte y cruel carcajada en dirección a la calle.

-¿Me crees ahora, Louis?-dije histérico a punto de saltar sobre la puerta y cruzarla. Quería golpear su rostro aniñado otra vez para demostrar que conmigo no se jugaba-. Me trajo un sobre con un desnudo suyo rogándome que no me case... intentando seducirme de nuevo- desconocía como se había enterado tan rápido, pero seguramente la mente de Louis no era rival para sus trucos. Me giré hacia él y lo miré entre confuso y dolido-. La he parado ahora, pero no sé cuanto la pararé... ha jurado venganza ¿qué clase de venganza puede hacer? Ya ni sé si hablar con Quinn.

En ese preciso instante Julien apareció tras Louis. Su rostro serio tenía una sonrisa temible. Miraba la escena como quien no le importaba nada, ni siquiera el destrozo que había hecho su descendiente. Me acusaba a mí como el culpable de todo mal, pues para él yo tenía la culpa y ella era un borreguito.

-¿Ves por qué siempre debes pensar las cosas antes de hacerla?-no era un regaño, pero yo lo tomé así-. Esa niña está loca y desquiciada, pero debe haber una forma de detenerla. Temo que quiera hacerte algo peor- me garró del brazo mientras yo estaba estático escuchando a Oncle Julien.

-Te has metido con una Mayfair, mon ami Lestat- enunció con un acento francés perfecto-. Mon fils espero que salgas bien librado que ésta es una bruja aún más poderosa que Rowan. Y ciertamente, debiste pensarlo dos veces.

Stella también hizo su aparición con su sedoso cabello negro bien peinado, sus enormes ojos oscuros se clavaron en mí y sonrió socarronamente. Hubiese deseado que fuese aún de carne y hueso para dispararla yo mismo con un revolver recreando como la mató su hermano Lionel.

-Pobre Lestat, cree que es fácil librarse de un Mayfair, oncle Julien.

-Julien, vete de aquí de una buena vez-dije alejándolo de ambos fantasmas-. Bruja, o no, ella no es quien para decidir si me debo de casar -acaricié los cabellos de mi amante intentando sosegarse y pensar una solución-. No olvides que Quinn también es de tu familia ¿a caso no vas a ayudarlo? Si sólo vas a estar aquí para molestar lárgate... ¡largaos!-grité a ambos mientras soltaba del abrazo a Louis y tiraba de él hacia la puerta de la mansión. Si ellos no se iban nosotros por supuesto que sí.

-¿Con quién hablas? -miró a su alrededor buscando a alguien, pero ahí desgraciadamente para mí sólo estábamos nosotros dos ante sus ojos. Si bien, en cuanto se percató que intentaba huir de allí gritó-¡Espera, no tengo ropa!

Louis podía ver a Claudia y a Nicolas, en ocasiones también a Goblin ya que había regresado, pero el resto para él eran silencio. No había nada ni nadie a su alrededor. Lo único que tenía como cierto Louis es que lo arrastraba.

Ambos fantasmas se voltearon hacia el televisor mientras los miraba con inquina. Quería huir, pero si tenía que esperar a que Louis decidiese su vestuario e hiciese las maletas, con total parsimonia, tardaríamos horas. Stella levantó el brazo con el puño cerrado en dirección al aparato electrónico, el cual se encendió súbitamente mostrando un vídeo pornográfico donde salía junto a Mona.

-No nacimos humanos- enunció Julien girándose hacia mí-. Nacimos Mayfair- ella se dedicó a sonreír apoyándose en uno de los hombros de su fantasmagórico acompañante.

Louis se quedó mirando la televisión y en cuanto vio como dejaba que ella comenzara a chuparme, del mismo modo que yo echaba hacia atrás mi cabeza rindiéndome y concentrándome en mi respiración para durar más en ese delicioso acto, se quedó desnudo porque soltó sus sábanas para tapar sus oidos mientras cerraba sus ojos.

-¡Apágalo!-gritó histérico con el corazón roto y la voz destrozada por la rabia.-¡Apágalo! ¡Apágalo, Lestat!

Quedé atónito porque aquella cámara había viajado en el bolso de Mona. Sin duda, ella había premeditado aquello por si algún día la rechazaba. Fue tan fría de grabarnos sucumbiendo en un acto lleno de frenesí. Stella elevó el sonido al levantar su mano mientras Julien dejaba en el suelo mi camisa destrozada, la que él me había regalado como muestra de afecto.

Louis había estado horas en un gran almacén eligiendo la tela, el corte y el color que mejor me sentaba. Fue un regalo hecho con deseo de hacerme sentir importante para él, pues habíamos discutido por otra de mis conquistas y le hice creer que sólo eran celos insensatos. Lloró horas en el suelo deprimido pensando que había juzgado mal mis actos, pero la verdad era distinta. Reconozco que disfruté el ver como lloraba y también gocé colocándome aquella camisa. Era mi victoria inmerecida, del mismo modo que fue victoriosamente arrancada de mis brazos y puesta luego en el piso de mi mansión ante los ojos cerrados de Louis.

-Pobre de ti Lestat, elegiste a la peor de las Mayfair.

Gracias a mis poderes logré que aquel plasma, el cual había comprado para mis invitados, explotara.

-Ya Louis, ya pasó todo... escúchame- si bien, sabía que no era así, pues la guerra comenzaba.

Ver esas imágenes bastaron para destrozarlo de nuevo, su cuerpo convulsionaba en espasmos provocados por su llanto ahogado. Temí que me alejara, abofeteara y huyera escaleras arriba. La casa no era segura, teníamos que huir. El resto de inmortales se hallaban cazando, muy seguramente, aunque Mael parecía estar reunido de aquel hombre, el coloso de aspecto sosegado, en las cuadras. El cual, por la descripción de Marius en su historia juraba que era Avicus.

-Sácame de aquí... -y contra todo posible pronóstico suplicó aquello-. ¡Lestat, ya no me importa nada! ¡Quiero irme lejos de aquí y contigo!



Stella encendió la radio siendo ésta vez las voces y gemidos roncos que yo ofrecía los que se escuchaban "seras mi puta predilecta" me observó cuando esa frase se hizo eco, mientras Julien se paseaba por la habitación triunfal.

-Stella, servirán todos los televisores de la casa ¿probamos?-preguntó con una sonrisa para nada agradable- Probemos-dijo alzando los brazos encendiendo todos y cada uno, y por supuesto todos al máximo volumen sinconizándolos al mismo tiempo.

-¡Eso se lo dices a todas!-no estaba seguro si aquel grito fue una pregunta o una afirmación, pero sin duda estaba molesto.

-¡Ya basta!-grité provocando que tomara a Louis en mis brazos junto a las sábanas, echara a correr lejos de allí abriendo la puerta y clavándose en mis pies los cristales que Mona había hecho estallar minutos atrás. Corrí sobre la nieve dejando que mis huellas de sangre mancharan todo el jardín mientras se alzaba al fin mi cuerpo, junto al de mi amante, por los aires. Intentaba pensar donde podíamos refugiarnos, pero no tenía idea-. Te juro que no es lo que crees Louis, eso es pasado.-le decía mientras le abrazaba con fuerza-. Louis, por favor deja que te explique cuando descendamos.

Miré hacia atrás para ver la casa completamente iluminada. Mael, como había pensado cabalgaba llegando a la entrada. Julien había adoptado la forma de Rowan situándose en la verja.

-No creí en Mona... No quise creer...-su voz sonaba idéntica pero el milenario vampiro no la veía, por lo tanto supe que era una ilusión.

-¿De qué quieres hablar? ¿De que para ti todas son tus putas predilectas? ¡Eres un cínico, decías que yo era el único!- no forcejeaba para soltarse porque era demasiado riesgo, pero apenas sus pies tocaron tierra lejos de todo, y de todos, se alejaría lo más rápido posible.

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Lestat de Lioncourt