Parte 9 - I
No te metas con un Mayfair
Aquella noche tan sólo había
empezado, sabía que Mona regresaría pero no que ocurriría las
desgracias que sucedieron. Louis descansaba al fin a mi lado
acariciando mi pecho, mis brazos lo rodeaban y mi mente se sumergía
en sueños agradables de viajes alocados buscando tan sólo placer y
ambicionando diversión.
Soñaba con la hermosa Toscana. Las
casas vestidas de blanco, y otras de muros de piedra, iluminadas con
pequeñas bombillas en porches y azoteas cubiertas por mesas con
manteles resplandecientes, pequeñas viandas y vino de la tierra.
Cuestas eternas y bajadas agradables que provocan que el camino sea
serpenteante hasta los viñedos tan increíbles de la zona. El mar
cerca bramando con aguas nocturnas que durante el día son
traslúcidas y dejan ver la arena fina y dorada.
Sentí una presencia que se adentraba
en la habitación, y su aroma dulzón me hizo apretar con
desesperación a Louis. Sabía que era Mona y esperaba que hiciese su
berrinche para responder sus lloros, si bien sus pasos se alejaron
rápidamente hasta el pasillo.
Abrí los ojos girando mi rostro hacia
el sobre que ella había depositado. Me incorporé acomodando a Louis
sobre mi almohada, pues no quería que despertase. Él estaba agotado
aunque parecía sumamente feliz. El anillo resplandecía en su mano y
parecía que iluminaba su rostro.
Tomé el sobre y lo rajé por un canto
gracias a mis largas y afiladas uñas. Mis ojos se deslizaron por las
líneas de una nota que rápidamente cayó sobre mi pecho. La letra
era de ella, pero eso ya lo sabía debido al perfume que desprendía
su cuerpo y también a la presencia que se sentía en el piso
inferior.
“Jefecito hermoso y primoroso... no
te cases por favor.
Con cariño, Mona.”
Dentro del sobre había una fotografía
de ella desnuda sobre su cama. Recordé entonces el error que cometí,
aunque fue placentero navegar dentro de ella sintiendo el calor de
sus muslos apretándome. Sus manos recorrían su cintura, caderas y
largas piernas. Pero no podía olvidar tampoco el dolor que me
transmitía Louis, así como tampoco podía dejar de pensar en el
dolor que estaba causando a Tarquin.
Bajé rápidamente de la cama y corrí
escaleras abajo para hablar con ella. Debía explicarle que todo fue
un error, que ambos teníamos mucho más que perder y que ganar...
necesitaba pedir perdón por no detenerla ya que había arruinado
ambos matrimonios por una calentura.
La hallé en uno de los salones vestida
con un simple vestido azul pavo real, el cual se hallaba con la
espalda totalmente abierto, poseía una falda de vuelo con un lazo a
un lado en un tono levemente más oscuro y un escote bastante
sugerente. Sus cabellos estaban sueltos y llenos de lazos, como la
describió mi hermanito una vez, sus labios tenían un cálido labial
rojizo y sus mejillas tenían reflejos ocres que resaltaban sus
facciones finas. Tenía maquillaje también en los párpados y las
pestañas, tan pobladas como siempre, pintadas y rizadas hacia
arriba. Era hermosa, realmente cualquier hombre se volvería loco
deseando palpar bajo sus faldas.
Me armé de valor tomando con firmeza
entre mis dedos su nota y la imagen. Ella se giró suavemente con una
tímida sonrisa, la cual resultó terriblemente seductora. Cualquier
hombre se habría arrojado a besar sus pies, acariciar sus frágiles
tobillos para acto seguido arrojarla a uno de los sofá de tres
piezas, levantar sus falsas y bajar su ropa interior hundiendo su
lengua en su sexo. Cualquier hombre habría sucumbido y yo tuve que
hacer memoria de porque quería echarla de mi vida, de las lágrimas
de Louis y de nuestro futuro. Pero sin duda, dudaba hacerlo cuando
parecía sacada de un cuadro renacentista hecho para perturbar a
cualquier hombre.
Quedé frente a ella tragando saliva y
esperando que no se tomara a mal mis acciones. Pensé en Tarquin, el
cual estaría posiblemente llorando amargamente. Mi estúpido y pobre
hermano, ¿qué hice? Creé un monstruo como consorte.
Con rabia y el ceño fruncido rompí en
mil cachitos su fotografía, la nota y seguramente sus sueños. Acto
seguido tiré todo aquel confeti a sobre ambos algo airado.
-Haré lo que quiera, ¿entiendes? Tú
no puedes impedirme nada. Sólo eres una niña encaprichada porque no
te dan el sexo que quieres. ¿Sabes qué? Compra un libro a Quinn
para que aprenda a darte ese sexo brusco que tanto ansías... pero a
mí déjame en paz Mona. No quiero problemas de momento con Louis.
Pensé que debía ser estricto para
hacerme entender, pues era así como a veces entendía. Era una niña
que quería jugar con mi bragueta y yo era un hombre que en esos
instantes quería tenerla subida.
-¿Como te atreves! -le propino una
fuerte bofetada indignada por tal acción- ¡Tú no puedes casarte,
idiota!
-¿Y quién lo dice?-preguntó furioso
en un murmullo añadido siseante-. ¿No te casaste tú? ¿Por qué yo
no tengo ese derecho? Vete a la mierda Mona- repliqué propinándole
una fuerte bofetada-. Pobre Quinn... y pensar que estará llorando ¿a
caso no te da pena? A mí me han entrado miles de remordimientos.
-Eres realmente un maldito idiota. ¡El
mayor de todos los idiotas!-exclamó llevándose la mano derecha a la
boca mientras le temblaba. Ahí reconocí a la niña que estreché
entre mis brazos, la muchacha que quería que la amaran por siempre y
ser Inmortal. Una niña que había vivido encerrada en un mundo donde
todo se le negaba y todo se le ofrecía. La caprichosa, la necesitada
y la dulce- pero si fuese Rowan no pensarías dos veces- prosiguió
dando un leve suspiro- en ir con esa frígida zorra mal trecha -gruño
furiosa apretando sus puños-. Pero no pensaste en ello esa noche
¿verdad? -sonrió perversa llevando su mano derecha a mi torso, el
cual estaba desnudo. Después de haber estado con Louis en la bañera
tan sólo logré ponerme el pantalón pensando en el servicio, el
cual haría ronda para asegurarse que estuviésemos protegidos del
sol-. Espero no descubra Louis lo nuestro, sería una lástima ¿no
crees?
-No hay nada nuestro Mona-dije
mostrando los dientes con una expresión fiera-. Louis sabe, ¿o
crees que puedo ocultar algo así? Y aún así me ama y se ha quedado
a mi lado.
-¿Sabe?-enmarcando su finísima ceja
derecha-. Bien, entonces alguien deberá saber que te casas- se
acercó apresurada el teléfono inalámbrico que poseíamos y apurada
marcó- ¿Dolly Jean? Hola... ¿cómo estás? Soy Mona- una sonrisa
de zorra pretenciosa se formuló en sus labios y yo ardía de ira-
Oye una pregunta ¿Rowan está en casa?-me miró observándome con el
rabillo del ojo paseándose cual chica que hace la calle. Sus tacones
altos golpearon con fuerza el parquet y a mí me hirvió la sangre-
¿Serías tan amable de comunicarme con ella? Es de suma importancia.
No podía creer que me hiciese esa
jugarreta. Yo mismo quería decirle la verdad a mi amante, hundirme
en sus pechos y besarlos mientras la preparaba para la dura y fría
verdad. Si bien, no pensaba dejarla a un lado. Ella seguiría siendo
mía, del mismo modo que era de Michael.
Me moví rápidamente y le quité el
teléfono estrellándolo contra el suelo. Miles de trozos de la
carcasa, chips y tornillos se alzaron hacia el techo rebotando contra
las paredes y muebles cercanos. La miré como un animal enfurecido y
estuve por quebrar todos sus huesos.
-¿Con quién crees que
juegas?-pregunté agarrándola de ambos brazos-. Mona, deja de
jugar... ¡déjame en paz!
Con tanto alboroto Louis acabó por
bajar y unirse a nuestro encuentro. Allí en la suave penumbra de la
habitación todo se podía malinterpretar. Él sólo llevaba la
sábana blanca envolviendo su cuerpo, que aunque masculino tenía un
toque sensual muy digno de una hembra. Sus cabellos estaban algo
revueltos y aún algo húmedos.
-Lestat ¿qué hace esa zorra aquí?
-se aceró a mí rubio mirándome entre dolido y enojado.
-¿Crees que te libraras con facilidad
de mi verdad? -sonrió una vez mas dando gala de su perversidad
Mayfair-. Seré tú peor pesadilla Lestat, no por nada soy
descendiente de Julien -me observo fieramente deshaciendo mi
agarre-. Se feliz mientras puedas jefecito -sonrió enfatizando las
últimas palabras, saliendo de la habitación mostrándose altiva
siendo sus tacones él único sonido que se escuchaba por el lugar
dirigiéndose a la salida aporreando con toda su fuerza la puerta.
Ésta vibró y como si fuese cruzada por un relámpago todos los
cristales, los cuales eran un hermoso mosaico de colores,
estallaron-. ¡Lo siento! ¡Creo que se me fue la mano!-soltando una
fuerte y cruel carcajada en dirección a la calle.
-¿Me crees ahora, Louis?-dije
histérico a punto de saltar sobre la puerta y cruzarla. Quería
golpear su rostro aniñado otra vez para demostrar que conmigo no se
jugaba-. Me trajo un sobre con un desnudo suyo rogándome que no me
case... intentando seducirme de nuevo- desconocía como se había
enterado tan rápido, pero seguramente la mente de Louis no era rival
para sus trucos. Me giré hacia él y lo miré entre confuso y
dolido-. La he parado ahora, pero no sé cuanto la pararé... ha
jurado venganza ¿qué clase de venganza puede hacer? Ya ni sé si
hablar con Quinn.
En ese preciso instante Julien apareció
tras Louis. Su rostro serio tenía una sonrisa temible. Miraba la
escena como quien no le importaba nada, ni siquiera el destrozo que
había hecho su descendiente. Me acusaba a mí como el culpable de
todo mal, pues para él yo tenía la culpa y ella era un borreguito.
-¿Ves por qué siempre debes pensar
las cosas antes de hacerla?-no era un regaño, pero yo lo tomé así-.
Esa niña está loca y desquiciada, pero debe haber una forma de
detenerla. Temo que quiera hacerte algo peor- me garró del brazo
mientras yo estaba estático escuchando a Oncle Julien.
-Te has metido con una Mayfair, mon ami
Lestat- enunció con un acento francés perfecto-. Mon fils espero
que salgas bien librado que ésta es una bruja aún más poderosa que
Rowan. Y ciertamente, debiste pensarlo dos veces.
Stella también hizo su aparición con
su sedoso cabello negro bien peinado, sus enormes ojos oscuros se
clavaron en mí y sonrió socarronamente. Hubiese deseado que fuese
aún de carne y hueso para dispararla yo mismo con un revolver
recreando como la mató su hermano Lionel.
-Pobre Lestat, cree que es fácil
librarse de un Mayfair, oncle Julien.
-Julien, vete de aquí de una buena
vez-dije alejándolo de ambos fantasmas-. Bruja, o no, ella no es
quien para decidir si me debo de casar -acaricié los cabellos de mi
amante intentando sosegarse y pensar una solución-. No olvides que
Quinn también es de tu familia ¿a caso no vas a ayudarlo? Si sólo
vas a estar aquí para molestar lárgate... ¡largaos!-grité a ambos
mientras soltaba del abrazo a Louis y tiraba de él hacia la puerta
de la mansión. Si ellos no se iban nosotros por supuesto que sí.
-¿Con quién hablas? -miró a su
alrededor buscando a alguien, pero ahí desgraciadamente para mí
sólo estábamos nosotros dos ante sus ojos. Si bien, en cuanto se
percató que intentaba huir de allí gritó-¡Espera, no tengo ropa!
Louis podía ver a Claudia y a Nicolas,
en ocasiones también a Goblin ya que había regresado, pero el resto
para él eran silencio. No había nada ni nadie a su alrededor. Lo
único que tenía como cierto Louis es que lo arrastraba.
Ambos fantasmas se voltearon hacia el
televisor mientras los miraba con inquina. Quería huir, pero si
tenía que esperar a que Louis decidiese su vestuario e hiciese las
maletas, con total parsimonia, tardaríamos horas. Stella levantó el
brazo con el puño cerrado en dirección al aparato electrónico, el
cual se encendió súbitamente mostrando un vídeo pornográfico
donde salía junto a Mona.
-No nacimos humanos- enunció Julien
girándose hacia mí-. Nacimos Mayfair- ella se dedicó a sonreír
apoyándose en uno de los hombros de su fantasmagórico acompañante.
Louis se quedó mirando la televisión
y en cuanto vio como dejaba que ella comenzara a chuparme, del mismo
modo que yo echaba hacia atrás mi cabeza rindiéndome y
concentrándome en mi respiración para durar más en ese delicioso
acto, se quedó desnudo porque soltó sus sábanas para tapar sus
oidos mientras cerraba sus ojos.
-¡Apágalo!-gritó histérico con el
corazón roto y la voz destrozada por la rabia.-¡Apágalo! ¡Apágalo,
Lestat!
Quedé atónito porque aquella cámara
había viajado en el bolso de Mona. Sin duda, ella había premeditado
aquello por si algún día la rechazaba. Fue tan fría de grabarnos
sucumbiendo en un acto lleno de frenesí. Stella elevó el sonido al
levantar su mano mientras Julien dejaba en el suelo mi camisa
destrozada, la que él me había regalado como muestra de afecto.
Louis había estado horas en un gran
almacén eligiendo la tela, el corte y el color que mejor me sentaba.
Fue un regalo hecho con deseo de hacerme sentir importante para él,
pues habíamos discutido por otra de mis conquistas y le hice creer
que sólo eran celos insensatos. Lloró horas en el suelo deprimido
pensando que había juzgado mal mis actos, pero la verdad era
distinta. Reconozco que disfruté el ver como lloraba y también gocé
colocándome aquella camisa. Era mi victoria inmerecida, del mismo
modo que fue victoriosamente arrancada de mis brazos y puesta luego
en el piso de mi mansión ante los ojos cerrados de Louis.
-Pobre de ti Lestat, elegiste a la peor
de las Mayfair.
Gracias a mis poderes logré que aquel
plasma, el cual había comprado para mis invitados, explotara.
-Ya Louis, ya pasó todo... escúchame-
si bien, sabía que no era así, pues la guerra comenzaba.
Ver esas imágenes bastaron para
destrozarlo de nuevo, su cuerpo convulsionaba en espasmos provocados
por su llanto ahogado. Temí que me alejara, abofeteara y huyera
escaleras arriba. La casa no era segura, teníamos que huir. El resto
de inmortales se hallaban cazando, muy seguramente, aunque Mael
parecía estar reunido de aquel hombre, el coloso de aspecto
sosegado, en las cuadras. El cual, por la descripción de Marius en
su historia juraba que era Avicus.
-Sácame de aquí... -y contra todo
posible pronóstico suplicó aquello-. ¡Lestat, ya no me importa
nada! ¡Quiero irme lejos de aquí y contigo!
Stella encendió la radio siendo ésta
vez las voces y gemidos roncos que yo ofrecía los que se escuchaban
"seras mi puta predilecta" me observó cuando esa frase se
hizo eco, mientras Julien se paseaba por la habitación triunfal.
-Stella, servirán todos los
televisores de la casa ¿probamos?-preguntó con una sonrisa para
nada agradable- Probemos-dijo alzando los brazos encendiendo todos y
cada uno, y por supuesto todos al máximo volumen sinconizándolos al
mismo tiempo.
-¡Eso se lo dices a todas!-no estaba
seguro si aquel grito fue una pregunta o una afirmación, pero sin
duda estaba molesto.
-¡Ya basta!-grité provocando que
tomara a Louis en mis brazos junto a las sábanas, echara a correr
lejos de allí abriendo la puerta y clavándose en mis pies los
cristales que Mona había hecho estallar minutos atrás. Corrí sobre
la nieve dejando que mis huellas de sangre mancharan todo el jardín
mientras se alzaba al fin mi cuerpo, junto al de mi amante, por los
aires. Intentaba pensar donde podíamos refugiarnos, pero no tenía
idea-. Te juro que no es lo que crees Louis, eso es pasado.-le decía
mientras le abrazaba con fuerza-. Louis, por favor deja que te
explique cuando descendamos.
Miré hacia atrás para ver la casa
completamente iluminada. Mael, como había pensado cabalgaba llegando
a la entrada. Julien había adoptado la forma de Rowan situándose en
la verja.
-No creí en Mona... No quise
creer...-su voz sonaba idéntica pero el milenario vampiro no la
veía, por lo tanto supe que era una ilusión.
-¿De qué quieres hablar? ¿De que
para ti todas son tus putas predilectas? ¡Eres un cínico, decías
que yo era el único!- no forcejeaba para soltarse porque era
demasiado riesgo, pero apenas sus pies tocaron tierra lejos de todo,
y de todos, se alejaría lo más rápido posible.
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