Daniel ha decidido hablar hoy de brujería, en concreto de Talamasca, Mayfair y el origen de la disputa de Akasha y Las Gemelas.
Lestat de Lioncourt
La Santa Inquisición los perseguía,
la gente inculta les arrojaba piedras mientras que, de espaldas a la
muchedumbre, pedían su ayuda, y los nobles, así como los burgueses,
se dejaban llevar por las supercherías de aquellos que tanto temían.
No importaba realmente el lugar que ocupara en el mundo, pues
aquellos dotados de ciertas virtudes se convertían en centro de las
miradas, miedo y adulación de la gran mayoría.
Las quemas de brujas se extendieron por
todo el mundo “conocido”. Si bien, en los lugares más recónditos
se les tenía como ayudantes mágicos, mediadores de los dioses y
espíritus, que lograban que la lluvia cayera sobre el poblado o que
el monarca recuperara una gran extensión de territorio. Mientras
algunos ardían, como Juana de Arco, convirtiéndose ocasionalmente
en santos; otros, más afortunados, provocaban cierta admiración en
la tribu donde ejercían de consejeros y médicos al uso.
Talamasca se vio perseguida durante
varios siglos. Eran señalados como una organización para nada
agradable a la vista de aquellos que se creían hombres de bien,
seguidores de Cristo y gente santa. Ocasionalmente se dejaban ver
alrededor de las quemas de los inocentes brujos y brujas, intentando
impedir la masacre y rogando con monedas de oro, e incluso otros
bienes más preciados, que dejaran escaparse a las mujeres y hombres
que ardían irremediablemente en las ascuas.
Muchos conocerán la historia de la
familia más famosa en cuestión de brujería: Los Mayfair. En los
archivos de Talamasca podemos ver su vinculación con la orden, el
poder ejercido de un espíritu entre ellos y como éste los doblegó
hasta cumplir sus propios deseos. También conocerán el origen de
Las Gemelas y el enfrentamiento con la antigua monarca de Kemet, el
hermoso Egipto antiguo, que se convirtió a ojos de todos en una
diosa. Muchos, por no decir todos, conocen el poder que tiene David
Talbot, el cual sigue contactando con los espíritus de los muertos y
escuchando cosas que nadie más daría crédito. David, el viejo
director de la orden y el amigo íntimo de Lestat de Lioncourt, uno
de los vampiros más famosos y el más poderoso actualmente.
Cuando era joven creía que las brujas
eran las típicas mujeres que se ven en los disfraces de Halloween.
Las mismas que morían en las calderas por unos niños entrometidos,
aplastadas por una casa en mitad de Oz o que perseguían a las bellas
y encantadoras princesitas de Disney. Actualmente no las veo así. Es
cierto que me divierto con las películas cargadas de humor de brujas
ligeramente feas, que son capaces de hechizarte con canciones
pegadizas o que te enamoran pese a su fealdad. Pero no todas las
brujas vuelan con escobas, tienen gatos y la piel verde. La mayoría
son gente común y corriente. Sobre todo aquellas que usan el vudú,
los espíritus o su poder mental para averiguar todo de ti.
Ahora mismo me encuentro frente a
varios grandes volúmenes, algo polvorientos y ajados, de registros
de familias enteras con poderes psíquicos. Algunas de ellas son
activos miembros de Talamasca, colaboradores o viejos enemigos de la
orden. Hay quienes ni siquiera pertenecen a un bando u otro, pero son
investigados porque hay un espíritu que les ayuda igual que El
Hombre con los desdichados Mayfair. Yo, un vampiro, me encuentro
fascinado por el poder de gente mortal, común y corriente, que viaja
en el metro, descapotables o en moto. Aquellas que pululan por las
aceras, hablan con sus teléfonos móviles o aplauden en las
atestadas salas de cine de las ciudades más hilarantes. Los mismos
que sonríen felices en fotos familiares o se encuentran en las
aceras de cualquier ciudad sin nombre. No importa su dinero, ni su
origen y tampoco el color de su piel. Tan sólo importa el poder que
les hace ser tan interesantes, temidos y poderosos.
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