Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 21 de agosto de 2014

Eres tú, ¡Tú!

¡Qué emoción! Quinn me ha escrito algo. Mañana es mi cumpleaños así que van llegando los regalos y las bromas pesadas. ¡Os quiero! 

Lestat de Lioncourt 


«Toma. Esto quizás te ayude.»

Cuando Petronia, el vampiro que me hizo, me tendió aquellos libros fue un gesto que cambiaría mi vida y concepción del mundo en el que ahora me movía. Todo lo que me había enseñado Arion y ella se convertía en humo, pues había un vampiro intrépido y sin escrúpulos que se burlaba de la muerte, el destino e incluso coqueteaba con el demonio si era preciso. Su vida era un auténtico milagro y su peligrosidad aumentaba con el paso del tiempo. Los inmortales retratados en cada frase mostraban unos matices tan atractivos como él. Si lo encontraba quizás podía ayudarme a librarme del fantasma que me perseguía, aunque ni siquiera tenía idea que era mi propio hermano. Como si fuera una obra de Shakespeare hablaba con los muertos, caminaba entre tumbas y era perseguido por el pasado cuyo aliento no era para nada agradable.

Podía imaginarlo. Su espesa cabellera rubia cayendo revuelta y larga sobre una chaqueta de cuero, sus pantalones tejanos ajustados y unas botas de estrella del rock. Sí, ese era el aspecto más recurrente desde que supe que la música rock le había contagiado, hecho amarla y finalmente incluso había subido a un escenario para cantar sus glorias, penas y verdades. Sin embargo, lo imaginaba galopando con un pura sangre por el viejo New Orleans convertido en un espectro elegante, con su melena perfectamente cepillada y una sonrisa pérfida en sus labios. Sí, vestido de época con esas medias blancas y esos zapatos con algo de tacón, hebilla dorada y perfecto lustre. Salvaje, único y demasiado atractivo.

Tomé acopio de todas mis fuerzas, me miré al espejo en un par de ocasiones para alentarme y acaricié el camafeo que llevaba mi rostro. Rogué porque me hiciera caso. Era una ventura interesante, debía atraparle e incluso conmover. Eso quería. Tocar las fibras más delicadas de su alma y hacerla cantar. No obstante, soy tan torpe. Me presenté en su casa y casi mato al hombre de Talamasca que allí se hallaba, un hombre que yo bien conocía de mi etapa como mortal. Fue terrible. Le ofrecí la peor de las impresiones, pero sin embargo él no dijo nada. Lestat sólo se echó a reír.

«No te preocupes, hermanito.»

Quería estrecharlo y besarlo, hundir mis dedos en su espeso cabello y acariciar esa chaqueta negra, con botones de camafeos, que llevaba. Su camisa almidonada, sus zapatos lustrosos y esos pantalones elegantes. Era salvaje, sí, pero elegante. Un esclavo de la sofisticación que se burlaba y coqueteaba con el pobre brujo que prácticamente quería huir, pero no podía. Era fascinante.

«¡Eres tú! ¡Dios santo! ¡Tú! ¡Eres Lestat de Lioncourt! ¡Eres tú! ¡Estoy frente a ti! ¡Tú! ¡Maldita sea, eres tú! ¡Tú! ¡Eres tú!»

No podía pensar con claridad. Mi mente gritaba su nombre, coreaba su nombre. Mis manos temblaban pegadas al muro de carga de su habitación. Palpaba el papel pintado, miraba su escritorio revuelto y el suave mecer de las cortinas. El dulce aire de New Orleans nos cortaba el aliento, se mezclaba con nuestros pensamientos y palabras. Finalmente quedó a solas conmigo y yo sentí que mis piernas temblaban. Era algo más alto que él, pero me sentía diminuto. Esa sonrisa amable me enamoró. Creo que robó mi corazón en cuanto puso sus hermosos ojos azules, de tonalidades violetas, sobre mí. Deseé abrir mi corazón y hablarle de Goblin, Mona, tía Queen y de todo mi mundo. Incluso de mi aventura en el Santuario. Todo. Él simplemente aceptó, quiso ver donde vivía y los mortales que amaba. Se abrió paso en mi vida.


¿Hay alguien que no pueda amar a Lestat? Creo que simplemente quien lo odia es porque no lo conoce. No hay que odiarlo ni temerlo, sólo disfrutar de su compañía y sentir que el tiempo vuela. Mi amor por él es intenso. Jamás le estaré del todo agradecido por todo lo que hizo. Estuvo en mis peores momentos y me aupó para conseguir los mejores. Doy gracias por su amor y paciencia. Él, junto con mi tutor Nash y mi desaparecido abuelo Pops, ha sido una de las figuras masculinas fundamentales en mi vida.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt